Con la columna de hoy tenía pensado hacer como el funcionario de la Registraduría Nacional que entrevistaron ayer en las noticias del mediodía, cuando le preguntaron su opinión sobre el voto obligatorio. Su respuesta fue oponerse a la medida que hace tránsito en el Congreso, pero no por lo anticonstitucional, sino porque le tocaría trabajar más. "Es instalar más mesas, mover más gente, Corferias se llenaría...". Le sacó el culo a la tarea. Pero entonces me picó un bicho y me dio roncha.
Luis Fernando de la Hoz, director del Instituto Nacional de Salud (INS) indicó que en Colombia ya se reportan unos 5 mil casos del virus del Chikunguña. En Chinchiná, por ejemplo, ya se registró el primer caso en Caldas, por lo que las autoridades de salud de todo el país están en alerta. En República Dominicana más de 3 millones de personas adquirieron el virus en menos de cuatro meses, dijo José Brea del Castillo, un pediatra infectólogo invitado al país para que hablara del caso dominicano. Sus palabras no son optimistas: "La enfermedad desbordará las capacidades del Gobierno", advirtió.
Eso era lo que le faltaba a nuestro caótico sistema de salud: Una epidemia transmitida por un zancudo.
Que el Tino Asprilla ahora sea un empresario de condones con el fin de promover campañas de educación sexual, no significa que en Colombia la salud pública se tome deportivamente. Hay entidades serias y comprometidas como nuestra Dirección Territorial de Salud. Pero sí hace falta que el Estado se apriete los calzones, sobre todo ante quienes legislan.
Mientras el ministerio de Salud da un paso importante con los medicamentos biotecnológicos que nos permitirá el acceso a medicamentos seguros y eficaces a menor precio, los enviados de las casas farmacéuticas hacen lobby en el Senado para ver cómo echan para atrás este decreto. O las restricciones que le querían imponer a los medicamentos naturistas. Al paso que iban, el cidrón iba a quedar tan marcado como la marihuana medicinal.
Las medidas que involucren la salud de los colombianos, por sensatas que sean, siempre tendrán a algún congresista, fiscal o procurador haciéndole zancadilla al asunto. Sea por motivos económicos (son dueños, socios o representantes de una EPS, IPS o ARP), de amistad ("mi amigo el de la farmacéutica me invitó a Cancún...") o religiosos (no hay que olvidar al procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, cuando hace dos años atacó las campañas de promoción de los derechos reproductivos y la educación sexual, y pidió que la píldora del día después saliera el mercado por considerarla "abortiva").
Esto evidencia que peor epidemia que el Chikunguña son la desidia y los intereses de los políticos. Ojalá se mostraran tan activos en las plenarias con estos temas, como cuando les mencionan un debate entre Uribe y Cepeda o los ajustes salariales para los congresistas. No sé, tal vez si dijeran que al zancudo transmisor lo van a acabar a bala estarían más motivados a hacer algo. Y harían reuniones en fincas con personas expertas en fumigación con fusiles.
Mientras tanto los colombianos quedamos en medio, gastando dinerales (2 billones de pesos anuales, según el Gobierno) en medicamentos y tratamientos que pueden ser más baratos. Con mujeres quedando embarazadas cada vez más jóvenes (según la World Health Organization, el 20% de las colombianas de 20 a 24 años de edad, dieron a luz antes de cumplir 18 años). Y a merced de los zancudos y del Tino Asprilla como vocero de la sexualidad responsable.
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