"Recuerde el aforismo que se usa en la política: El poder no se hereda, se hurta". La frase me la dijo esta semana el exconcejal y posible candidato a la alcaldía de Manizales, José Octavio Cardona, en medio de una charla informal. La idea me quedó rumiando la cabeza.
No miente el abogado-candidato. La historia política de Colombia está llena de oportunistas que, aprovechando una palomita y un subidón del ego, le hacen zancadilla a sus mentores para quedarse con sus votos. Los poderes emergentes, como al que pertenece Cardona o su amigo, el representante a la Cámara por Caldas, Mario Castaño, nacieron de la mano de Adriana Franco y Ferney Tapasco. Hoy dominan donde lo hacían ellos. Igual sucedió con el senador Mauricio Lizcano y con Luis Emilio Sierra (¿siguen teniendo poder Adriana Gutiérrez o Rodrigo Marín Bernal?). O Arturo Yepes, que ahora quiere destronar a su hermano Ómar, aunque en este caso hay que decir que "lo que se hereda no se hurta".
Y lo hizo el presidente Juan Manuel Santos al robarle el poder a Álvaro Uribe, con promesas falsas de cuidarle los tres huevitos. Y Germán Vargas Lleras, que para llegar a la vicepresidencia ha movido cuanta ficha tiene en Cambio Radical para llegar a donde está y armar su plataforma presidencial. Y lo hicieron el mismo Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria y todos los presidentes de ahí para atrás. Y los senadores, y los alcaldes, y los gobernadores, y asambleístas, y concejales, y ediles, y presidentes de Juntas de Acción Comunal.
O caraduras como el senador Roy Barreras que de médico en el Valle del Cauca pasó a una vertiginosa carrera política, saltando de bando en bando para acumular poder e intereses. Hoy habla sobre su interés de ser candidato presidencial como representante de la Unidad Democrática. Todos sabemos que lo que busca es ser vicepresidente de Vargas Lleras. Un tipo que no se ha destacado por nada, salvo por ser un mal poeta y un lagarto tan grande como Godzilla.
Es mover intereses para hurtar más poder. Y negociar el poder para tener más poder. Es traficar influencias y presionar las personas para votar por ellas, como lo hizo un subalterno de Lizcano en Marmato con los empleados del ICBF. Por eso cada vez tenemos más canallas y delincuentes en vez de políticos.
Si la forma de hacer política es "hurtar el poder", como dice Octavio Cardona, es porque en esos líderes no hay ideas colectivas. Los partidos políticos dependen más de los favores que se le deban a un particular que de sus proyectos. Se estructuran más por nombres que por una planeación de una mejor nación. Por eso es tan común ver cómo fulano saca tajada de un contrato, cómo zutano ayuda a eximir de impuestos a los cacaos, o mengano protege a su amigo o a un bandido. Por eso es que nuestra política no funciona. Y suben al poder los pelagatos o lavaperros que se robaron los votos suficientes para llegar a ese cargo.
Aquí se hurta el poder para perpetuarse en un cargo y llevar a cabo planes con intereses privados. Por eso hay que tener cuidado de esos que se proclaman Robin Hood, que dicen robar a los ricos para darle a los pobres. Que le hurtarán el poder a los de siempre para surgir como redentores de las clases emergentes. Igual siguen robando y, hasta donde sé, eso sigue siendo delito en Colombia, aunque no lo parezca.
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