Lo que faltaba. Solo era que el presidente Juan Manuel Santos dijera que "hay sapos muy grandes que nos tenemos que tragar", para que la agencias de noticias de la Universidad Nacional enviara un informe sobre la invasión de la rana toro en Colombia.
El documento indica que la rana catesbeiana, introducida de manera "irresponsable" a nuestro país, alcanza la libra de peso y está acabando con especies nativas. Es tan fiera como ese sapo Romaña que quiere Santos que nos traguemos. Criatura introducida de manera "irresponsable" en la mesa de diálogos de paz que se realizan en La Habana (Cuba).
Investigué un poco sobre la ingesta de esta clase de animales, y encontré un texto de Nazareth Zúñiga Ramírez sobre el uso medicinal de las ranas y sapos. Allí registra que, aunque poco ortodoxo, desde la brujería hasta la medicina actual, ha explorado el uso de batracios para curar enfermedades... O usar sus toxinas para alterar la percepción de las personas sobre la realidad. Como lo está haciendo Santos.
En las selvas de Colombia, por ejemplo, hay una criatura que se camufla con la vegetación, y es capaz de matar a medio centenar de personas. No es un guerrillero desalmado -como Romaña-, un paraco o un integrante de una bacrim. Se trata de la Phyllobates terribilis, rana verdosa considerada la más venenosa del mundo.
Su toxina (betratoxina), sin embargo, sirve para tratar diversas enfermedades neurológicas, como la esclerosis lateral amiotrófica, según el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. También para sintetizar en sustancias como la botulina, y producir el bótox que nuestro presidente se inyecta de vez en cuando en el rostro.
Pregunto, ¿Qué utilidad puede tener alias Romaña en los diálogos de paz de La Habana? ¿Su veneno pude ser útil para el objetivo que se pretende, o es un sapo que hay que tragarse por capricho de las Farc y el gobierno?
Por ahora lo único que ha provocado la presencia del creador de las terribles "pescas milagrosas" es que el país se polarice. Es aberrante ver cómo uno de los tipos más perseguidos por nuestro Ejército y Policía sale con impunidad de Colombia, y se pasea -hinchado como un sapo- por los pasillos del hotel donde se realizan las conversaciones.
Al ver esas imágenes, de guerrilleros gordos y cínicos, se me despierta el paraquito interno que creo que todos llevamos. "Me cargo de tigre", como dice un gamín que hoy tenemos por senador. Me asaltan las dudas del verdadero rol de esa cúpula de las Farc: uno ciego y habla mierda, uno gordo con pinta del Señor Barriga del Chavo del Ocho, otro barbado con pinta de guacharaquero de orquesta tropical, y Tania, la holandesa. La niña perdida, embaucada, usada, tonta y que si está allá no creo que sea por su importancia en la cúpula sino en la cópula.
Para alcanzar la paz sí hay que tragarse algunos sapos, pero no todos. Y no de cualquier manera.
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