Se siente un fresquito. La noticia de la condena a 36 años, 3 meses y un día de cárcel para el dirigente político Francisco Ferney Tapasco González se recibe como un bálsamo en momentos en que muchos colombianos dudamos de la justicia en Colombia. Según el fallo del Tribunal Superior del Distrito de Manizales, este personaje fue la mente criminal que ordenó el asesinato del periodista y subdirector de LA PATRIA, Orlando Sierra Hernández, hecho ocurrido en enero de 2002.
Fueron 13 años de investigaciones, denuncias, vacíos, impunidad, desvíos, audiencias, marrullas y muertos. Muchos muertos. Unos 18 mal contados. Personas que tenían algo que contar, señalar o confesar sobre este crimen. Pero, ¿qué lleva a un simple docente de La Dorada transformado en poderoso dirigente del Partido Liberal a semejante situación?
Los pensadores de la Edad Media lo llamaban cupiditas, que en castellano significa codicia. "El deseo ardiente de riqueza o de poder sobre otros". Dante, en la Divina comedia, dijo de estas personas que en su interior tenían un agujero negro tan profundo "que nunca se podrá llenar con cantidad alguna de poder y dinero".
Ferney, de la mano de otro cacique liberal, el finado senador caldense Víctor Renán Barco (uno que debe estar condenado al dantesco gélido noveno círculo del infierno) se hizo político. Comenzó como muchos otros en esas lides: haciendo favores, llevando mensajes, cargando maletas, siendo calanchín... En agradecimiento lo apoyaron para que en 1973 fuera concejal de Supía, y dos años después alcalde del pueblo.
En 1978 el Juzgado Penal del Circuito de Riosucio lo condenó a doce meses de prisión por el delito de concusión. El alcalde le había pedido plata a una señora para tramitarle la libreta militar al hijo y así evitar el servicio militar. Un delito menor, si se compara con lo que vendría después.
El historial delictivo de Francisco Ferney Tapasco González es tan amplio como su hambre de poder. En el siguiente enlace http://bit.ly/1TRXJCP, encontrarán un artículo de este periódico en el que hacen un recuento de sus polémicas, denuncias, investigaciones, sanciones y condenas. "Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo", dice Satanás en El paraíso perdido de John Milton.
Fueron 37 años de hechos corruptos e irregularidades, y Tapasco siguió ahí. ¿Cómo pudo estar tanto tiempo intocable este personaje y con tanta influencia sobre nuestra región? "Cuando el poder se alía con el miedo crónico, se hace formidable", señala el filósofo estadounidense Eric Hoffer. Y en el caso de Caldas, la comunidad prefirió callar que denunciarlo o darle la espalda.
Hay personas que a Tapasco le hacen reverencias y le rinden homenajes. Gracias a su poder compró conciencias y corrompió almas. Basta con escuchar y leer a algunos periodistas y personajes regionales para presentir que han sido tocados por él. El psicólogo estadounidense Philip Zimbardo, autor del libro El efecto Lucifer, dice que modificar o impedir una conducta censurable por parte de personas o grupos exige una comprensión de las fuerzas, las virtudes y las vulnerabilidades que aportan estas personas o grupos a una situación dada. En nuestro caso, jamás dimensionamos el poder que le otorgamos a Ferney y a otros miembros de la coalición barcoyepista, pues -conformistas como somos- permitimos que se feriaran y robaran este departamento por casi tres décadas.
"Podemos considerar héroes a los pocos que se rebelan ante las fuerzas poderosas que les impulsan a la aceptación, la conformidad y la obediencia. (…) La mayoría de los héroes son héroes del momento, de la situación, que actúan cuando deben hacerlo", describe Zimbardo en su texto. Orlando Sierra denunció a Tapasco y su manera de obrar. Lo callaron de un tiro en la cabeza.
Hoy siento un fresquito. Sin embargo, debo confesar que por la intervención de Tapasco un texto mío salió publicado en este periódico por primera vez. Me encontraba viviendo en Barcelona cuando me enteré del asesinato de Orlando. Como lo conocí mientras hacía mi práctica universitaria como diseñador industrial en LA PATRIA, envié un mensaje al periódico que salió impreso junto con otros más. Ocho meses después, me invitarían a ser columnista, luego periodista y editor hasta el sol de hoy.
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