¿Recuerdan que en el 2013 la noticia científica fue que la Organización Europea para la Investigación Nuclear - CERN encontró una partícula a la que llamaron bosón de Higgs? ¿Que su descubrimiento explicaría y replantearía muchas teorías del modelo estándar de la física actual? ¿Que al final lo bautizamos con el ridículo nombre de "la partícula de Dios"? ¿Recuerda que de eso no entendió mucho, pero que esa vaina sí es importante? Pues algo así está pasando con ese artículo acordado entre el grupo negociador del Gobierno y la guerrilla de las Farc la semana pasada, y que levantó una polvareda política en la que todo el mundo opina.
Al igual que el bosón ese, el artículo que contiene todas las medidas con las que se pretende dar seguridad jurídica al acuerdo final que se firme entre ambos bandos, viene de una especie de cónclave al que solo unos pocos pueden acceder. Desconocemos lo que allá -en La Habana- hacen y cada tanto nos presentan unos resultados. Y, al igual que los científicos del CERN, cuando explican qué fue lo que hicieron, la gente queda enredada, "pero esa vaina es importante".
Ese documento de cinco puntos, que aprobó esta semana en séptimo debate la Comisión Primera de la Cámara de Representantes, parece tan etéreo, tan vago, tan lleno de vacíos, que bien podría ser esa partícula subatómica sin carga eléctrica, color y cuya vida no sobrepasa el zeptosegundo (entiéndase, no dura un culo). Ambos son inestables, pero importantísimos, según explican los ilustrados en estos temas. O sea, los físicos cuánticos y los expertos constitucionalistas. Y, cuando tratan de explicarlos, nadie les entiende.
Unos hablan de que es darle mucho poder a la guerrilla. Otros, que al presidente. Unos más dicen que los que ganan son los congresistas, y otros que los terratenientes. Sin embargo, siendo un tema tan importante, la mayoría de colombianos no ha leído el documento. Tienen conocimiento de estos artículos por lo que le escuchan de boca de quienes supuestamente saben del tema, y terminan siendo muy parcializados.
El tema de la paz nos lo estamos formando de oídas, no de primera mano. Y nos inclinamos según el aprecio que le tengamos al político o personaje que hable del tema. Para bien o para mal. Esta semana, por ejemplo, le escuché a una persona decir que no estaba de acuerdo con lo pactado en Cuba, porque el procurador Alejandro Ordóñez estaba en desacuerdo "y a Ordóñez le gustan los toros y a mí también". Pensé que era en broma, pero la afirmación iba muy en serio.
También hay quienes dicen que apoyan el proceso de paz, solo porque a Álvaro Uribe le molesta. Argumentos tan huecos que parecen dichos por el mandatario venezolano Nicolás Maduro.
Entonces a eso llegamos. A que el fin del conflicto armado de más de 50 años en Colombia se apruebe en un concurso de popularidad. Gana el que más 'likes' tenga; muy generación millenial y youtuber. Y habrá el que lo bautice "el pacto de Dios", para hacerlo más popular; entonces el procurador revirará diciendo que es "el pacto con el Diablo" y de paso atacará a la ciencia y al pobre bosón de Higgs solo por existir y ser comparado con el Creador.
Por eso, ya hay voces que piden que sancionen a los políticos que hagan proselitismo a favor del acuerdo en La Habana y la paz. Curiosamente la petición viene de los que se oponen a lo que se negocia en Cuba y tiene el megáfono prendido a toda hora. Por eso están los que quieren que, en caso de que los acuerdos vayan a voto popular, adolescentes desde los 14 años puedan ir a las urnas. Y los lagartos que quieren que la aprobación de esto se limite solo al Congreso, una de las entidades de menor prestigio en el país, para hacer una nueva constituyente (y colgarle sus micos).
La paz, en Colombia, es un territorio tan desconocido como la física cuántica. Y, al igual que la ciencia, lo que da miedo es que caiga en las manos equivocadas.
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