Anarquista marihuanero. Y sí, tal vez tienen razón al calificar de esta manera al cantante Manu Chao, artista de origen francés pero adoptado por el mundo. Sí. Pocos se han despegado de sus raíces para entregarse a la globalidad. Es galo, gallego, vasco, inglés, palestino, judío, moro, africano, latino... colombiano. Tal vez en su próximo disco se vuelva chino o norcoreano, si decide explorar la contaminación y explotación laboral en China o la posible amenaza mundial que es Kim Jong-un.
Sus canciones, como solista o en el desaparecido grupo Mano Negra, se volvieron los relatos de los que no tienen voz. De los inmigrantes ilegales y las putas. De los oprimidos. De los clandestinos. De los desaparecidos. En 1992, por ejemplo, recorrió junto a su grupo, por barco y tren, gran parte de nuestro país. ¡Sí, en tren! Repararon una locomotora y usaron nuestras olvidadas vías férreas para ir de pueblo en pueblo escuchando historias, llevando la atención de médicos voluntarios y ofreciendo conciertos gratis donde en ese entonces solo se paseaba la guerrilla, el paramilitarismo y el olvido del Estado. Allí conoció nuestra realidad de primera mano.
"Una vez la guerrilla nos dijo que no tendríamos problemas, pero que nos abstuviéramos de consumir drogas. ¡La misma organización que se financia cobrando impuestos por la coca y la marihuana! Me fastidia toda esa hipocresía", le dijo al periodista Diego Manrique en una entrevista publicada por El País de España en 2007.
De esa época nació el álbum Casa Babylon, que tiene temas como Machine Gun, El Alakran y la fuertísima Señor Matanza, que es toda una descripción de lo que hacían los paracos bajo la mirada permisiva de las autoridades. "Si no lo compra, lo elimina", dice un verso.
A pesar de lo anterior, Manu Chao detesta que lo asocien con un activista político. O como un líder a seguir de la antiglobalización. "Si acaso seré un payaso", aseguró en un reportaje.
Y lo llaman marihuanero porque además de fumar la yerba -lo canta en su tema Me gustas tú- es pro legalización. “Me parece contraproducente que los gobiernos dejen el negocio de las drogas a los malos. Odio que ese dinero vaya a las mafias, que son el peor enemigo de la democracia. Intento que lo que consumo no haya pasado por manos sucias”, le contó al periodista de El País.
Pero no es por su activismo que iré a verlo esta noche en la Plaza de Toros de Manizales. Es lo que menos me interesa. Sus temas con Mano Negra tienen un ritmo impresionante. King of bongo, Mala vida, Patchanka... descargas de punk, ska y funk. Out of time man, con ese dejo de jazz manouche. Fueron una fuerza musical en los 90 que invitaban a armar corrillo y poguear.
Ya sus canciones como solista -sin tener la fuerza de antes- son reflexiones y viajes por el mundo de los desfavorecidos. Temas minimalistas y bucólicos, algunos, donde los niños juegan en paraísos fumigados con Baygón y otros pesticidas. Pero en los que siempre queda el sabor de que vendrá algo mejor. "Próxima estación... Esperanza".
El diario The New York Times dijo de Manu Chao que era "la música del siglo XXI". No creo que se lo tome muy en serio. Pero en una industria musical donde Taylor Swift, Justin Bieber y Kanye West (para hablar de lo internacional), o Silvestre Dangond y el reguetón dominan el mercado, siempre es refrescante ver propuestas como la de este artista. El más global de los menos globales.
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