Psicólogos de la Universidad de Estocolmo (Suecia), realizaron en el 2011 un estudio sobre cómo actúa y piensa un hombre ante la presencia de una mujer atractiva y, aunque el resultado no deja de ser obvio -nos distraemos y hacemos tonterías-, el método fue novedoso.
Analizaron 626 maestros del ajedrez (considerados como más racionales y mesurados que el común de las personas), y los pusieron a jugar en presencia de atractivas mujeres con prendas sugestivas. O con otras maestras del ajedrez que fueran bonitas, tuvieran grandes atributos y escotes. Lo que encontraron fue que hicieron jugadas más arriesgadas y fueron más osados. Muchos de ellos perdieron en su afán de comerse a la dama.
En ese mismo afán cayó el que fue hasta el jueves el Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora Gómez, acusado de abuso de autoridad y de acosar sexualmente a su exsecretaria, la abogada y reina de belleza, Astrid Helena Cristancho.
Otálora arriesgó por una relación indebida y, según la bella asistente, "inexistente" - de ahí el meme que circuló estos días donde aparece el cuestionado personaje diciendo "somos novios, pero ella no sabe". Hasta ahora solo hemos visto los mensajes que ella usa como evidencia del acoso y en donde el Defensor la invita a su casa, le dice "TQM", y le envía fotos de su alfil en erección.
No sé si se amaron o no. Si hubo acoso, abuso o peculado. Si se mandaron más fotos o si ella estaba sacando provecho de su belleza para engatusar al Defensor. Ya eso está en manos de la justicia. Lo que sí está claro es que este caso ha sacado a relucir la doble moral que tenemos los colombianos. Esta semana he escuchado a políticos y otras figuras públicas rasgarse las vestiduras y posar de moralistas. Sus comentarios transforman en inmaculada e inocente virgen a Cristancho y en desaforado monstruo sexual a Otálora, cuando no hay lo uno ni lo otro. Además, si el país conociera las historias que hay detrás de algunos de estos críticos...
En el 2005, por ejemplo, tuve la oportunidad de conocer y compartir anécdotas con personas que trabajaron en Noticias Uno, cuando el periodista Daniel Coronell era el director del noticiero. Entre las muchas historias que les escuché estaba el trato que este les daba, y en las salas de edición, decían, era frecuente el "hijueputazo" y los gritos a sus subordinados.
En un ambiente laboral tan estresante como un telediario (o un periódico), los insultos y las críticas son pan de cada día. Por eso los periodistas terminamos desarrollando un cuero duro ante estas situaciones y no las tomamos a pecho. Son gajes del oficio.
Coronell, gran reportero y además el columnista más leído del país, comenzó desde el año pasado a denunciar a Otálora por el maltrato a sus empleados. ¿Acaso no era lo mismo que él hacía en el noticiero? Pero digamos que una cosa son naranjas y otras manzanas, y la patanería que se vive en algunas salas de redacción está mal vista en un Defensor del Pueblo.
El funcionario público, sin embargo, siguió en su cargo hasta esta semana cuando Daniel le publicó sus vergüenzas. Un Otálora arrinconado y expuesto no tuvo otra alternativa que hacerse a un lado. Triunfó Coronell que, llevado por su soberbia, atacó a una colega porque entrevistó al Defensor para escuchar su versión de los hechos. Y como todo se resuelve a través de las redes sociales, los trinos de odio, los insultos, el matoneo no se hicieron esperar. ¡Y después todo el país pidiendo respeto!
Pero volvamos al ajedrez y los escotes... Este escándalo de la bella y la bestia nos distrajo, una vez más, de temas que realmente sí tienen un impacto grande y grave para el país. Un enroque para que nos fijáramos en el pipí de Otálora (y otras cosas pequeñas) y no oyéramos las denuncias que desde hace tiempo se vienen haciendo sobre la Refinería de Cartagena (Reficar), y lo que podría ser el caso de corrupción más grave de las últimas décadas en el país .
Un proyecto que, según la Contraloría, tenía un costo inicial era de 3.993 millones de dólares y finalmente costó 8.016 millones de dólares. Que no contó con interventor. Que la licitación favoreció a la firma estadounidense Glencore, inexperta en estas obras. Que el proyecto se fue construyendo en el camino. Que los contratos se modificaron para hacer reajustes hasta del 37.000 por ciento. "Un millonario desfalco con cifras cercanas al valor de la venta de Isagén", según el portal de internet las2orillas.co.
Otra vez jaque mate.
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