Mucho se ha hablado de los niños y sus derechos por estos días. Desde la tragedia en el Caquetá donde unos sicarios asesinaron a cuatro hermanitos como mensaje a sus padres de que se tienen que ir de ese terreno, hasta la decisión de la Corte Constitucional de negarles la posibilidad a los menores de edad abandonados de tener una familia por el solo hecho de que quienes quieren adoptarlos son homosexuales. O la declaración de la guerrilla de las Farc de no reclutar para sus tropas a menores de 17 años.
Quienes hablan por ellos son expertos en leyes, en derechos, en educación, en psicología, en psiquiatría infantil, en criminalística. Hablan los policías, los senadores, los periodistas, los curas, los del ICBF, los guerrilleros, los ministros. Pero no he visto que les pregunten a los niños qué opinan sobre esas situaciones que los atañen. Sí, salen en televisión y en la prensa en las marchas en contra de la violencia y repiten lo que sus profesores les dijeron que dijeran: que la violencia es mala, que los niños están es para jugar y no para la guerra... y demás cosas obvias. Pero no se les ha dado la posibilidad o el espacio para que confronten esas realidades, tengan un contexto y opinen sobre ellas.
Kids react es un canal muy popular en Youtube. Allí los integrantes de la productora Fine Brothers, les preguntan a varios niños entre los 5 y los 13 años temas de toda índole. El video sobre las parejas homosexuales (http://bit.ly/1AUUd42) lo han visto -hasta ayer- poco más de 25 millones de personas. Sorpréndase Corte Constitucional: todos los niños -salvo uno que se parece a Óscar Iván Zuluaga- aceptan las parejas del mismo sexo, y están de acuerdo en que puedan tener familia, o sea, adoptar. Admiten que puede ser un poco raro, pero primero está la felicidad de las personas. El único que no supo por qué no le gustaban las parejas del mismo sexo fue el cloncito de Zuluaga. Dio un "no" rotundo y en las huestes del Centro Democrático o del Mira lo esperan con los brazos abiertos.
En ejercicios pedagógicos en los que les han preguntado sobre lo que quieren de sus padres, los niños solo pidieron más tiempo y afecto. Que hablen con ellos y los escuchen. Ninguno mencionó que quisiera que su padre fuese menos afeminado o que su mamá no se vistiera como su tío. Esas cosas superficiales, que tanto afectan a jueces, sacerdotes y pseudoexpertos como el médico Pablo Arango, de la Universidad de la Sabana, que esta semana aseguró que "los homosexuales son unos enfermos", les resbalan a los niños. Ellos quieren ser felices y sentir la comprensión que tal vez le faltó al doctor Arango.
Escucho a una de las niñas del video Kids react decir que "Dios es amor y no discrimina", mientras recuerdo que esta semana vi una foto de la sala donde sesiona la Corte Constitucional y allí, en una de sus paredes, hay un enorme crucifijo.
Que el entorno influye en la crianza, ¡claro! De qué otro modo se puede explicar que en estos momentos sigamos tomando decisiones basándonos en la Biblia y en el Dios católico. Eso no viene de la genética, como sí lo es en gran parte el homosexualismo, sino del entorno en el que se formaron (y manipularon) quienes tomaron la decisión de no permitirle a las parejas gay el no adoptar.
No es perverso el permitir que un niño vea a dos hombres besándose. Perverso es regalar a su hija a un circo porque nació sordomuda como dicen que hizo en su momento el fallecido senador Víctor Renán Barco. Hasta en eso era corrupto ese hombre católico, dedicado a la política y a cuyo funeral asistieron decenas de "honorables" personajes entre expresidentes, congresistas y otros rufianes. Los niños son personitas pensantes, inteligentes, curiosas, con criterio y opinión. El que no se asemeje al de los adultos no significa que sean incorrectos. Es más, muchas veces son más sensatos que los de alguien con doctorado en una prestigiosa escuela (¿cierto doctor Arango?). No son bobos. Más bobos son los que insisten en el "lenguaje inclusivo", que lo único que hace es excluir: los niños y niñas, los humanos y las humanas, o los "millones y millonas" del presidente venezolano Nicolás Maduro.
Usar a los niños como carne cañón en la guerra o como mensajes de muerte, es un abuso. Pero también lo es usarlos como excusa para defender pretextos religiosos o creencias arcaicas.
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