Manizales es una ciudad que tiene una especial atracción, tanto para los que tuvieron la suerte de nacer en medio de estas inigualables montañas llenas de tonos verdes, cubiertas con inacabables arcos iris, como los que algún día, ya lejano, por azares del destino, llegamos a integrarnos con toda esta pléyade de personas que supieron unir su clara y honesta sencillez con el brillo de una pulida educación, emanada de la convivencia con los más altos heliotropos de la cultura mundial.
Entre los personajes que llegaron y se quedaron dejando sus raíces ancladas en las breñas inhóspitas, se cuentan desde dueños de hermosas fincas cafeteras levantadas con enorme esfuerzo, como mercaderes y comerciantes que cultivaron semillas teniendo como universidad de la vida las tranquilas tardes, rodeados de hijos y nietos sentados en las confortables hamacas mecidas por la brisa de las tardes.
En medio de toda esta migración siempre estuvo presente la Iglesia, cuya labor, inicialmente con curas campesinos, y luego con clérigos de mayor formación, nuestra región caldense se fue volviendo un ejemplo para el país, sobre todo porque el sentimiento de trabajo, el deseo de servir y la frente en alto resistiendo los embates que con que a veces nos ataca la naturaleza, han ido formando el carácter del que hoy nos vanagloriamos, dando un buen ejemplo de la fuerza interior que somos capaces de irradiar.
Entre toda esta pléyade de gente valiosa, llegó a Manizales a cumplir con su vocación de sacerdote un muchacho de las montañas antioqueñas, quien marcado por el rayo de la fe tomó la determinación de venir al mejor convento de la región, formador de buenos curas, donde con todo ese carisma que le dio el Gran Jefe comenzó a ganarse el cariño de todos quienes lo iban conociendo, llegando a convertirse en uno de los mejores guías espirituales y educadores de toda esta región.
Ese cura tan estimado es el padre Leopoldo Peláez, quien, para nuestro sentimiento, regresa a sus lares. Ya hemos perdido la cuenta de los numerosos amigos cuyos hijos han sido bautizados por él, y cuántos más han recibido de sus manos la Primera Comunión. Cuántos amigos han escuchado sus consejos y a cuántos ha acompañado en el último viaje, haciendo de su partida un suave regreso al infinito.
Son muchos también los jóvenes que han recibido los consejos acertados para enfrentar las nuevas sendas del matrimonio, cuando les ha impartido la bendición.
Pero también le ha quedado tiempo para, con un espíritu asombrosamente emprendedor, llegar al punto de fundar universidades, que, como la Autónoma de Manizales sobresalen entre las mejores, no solamente de la región sino que ya se comienza a reflejar como un Alma Máter ejemplo de disciplina y conocimiento, cuyas rutas están siendo seguidas por varios centros educativos.
No conocemos las razones que hicieron que nos deje cuando está en la época más productiva de su vida, y nuestra ciudad se iba a beneficiar ampliamente de ello, pero de lo que sí estamos seguros es que el destino deparará a nuestro muy querido Padre Polo no solamente un final venturoso, en donde quiera que el destino le depare gozar de Dios, sino que puede estar seguro que siempre lo acompañará el sentimiento de cariño y agradecimiento de todos los que hemos tenido el inolvidable privilegio de ser sus amigos.
No se olvide querido Padre Polo que tiene un compromiso con nosotros de visitarnos muy frecuentemente. Buen viaje y vaya con Dios.
P.D.: Hay que trabajar ocho horas, y hay que dormir ocho horas, pero no las mismas.
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