Después de una semana en la que no han faltado insultos, calumnias, mentiras y toda clase de vituperios, fue como un oasis de reposo leer en los medios que por primera vez el uribismo y el santismo se habían puesto de acuerdo en un punto clave para la paz. Confieso que soy, como el 72% de los colombianos, incrédulo sobre el resultado final de los ya largos intentos para llegar a un arreglo efectivo y sincero con las pandillas de bandoleros que no nos han dejado vivir en paz, desde los tiempos de la patria boba hasta la que seguramente será llamada la época de la esperanza sin futuro. Aunque muchas veces uno piensa con el deseo, esta vez en lugar de mejorarse las cosas, cada día se ven más oscuras, pues seguimos convencidos de que los bandoleros van a dejar colgados de la brocha a Santos y sus negociadores.
La decisión política del expresidente Uribe de respaldar una iniciativa de Santos sobre las negociaciones de paz, aunque no sean del todo convincentes, abre una brecha de esperanza, como queriendo decir que todavía existe cierta ilusión de demostrar que la patria todavía irradia lejanos visos de unión contra sus enemigos, y que ojalá, Dios quiera, todo este sacrificio se vea correspondido por ellos, tomen conciencia sobre el inmenso mal que nos han hecho.
Este ha sido un paso valeroso de la oposición y ojalá sea el primer mojón que nos lleve a una recuperación de la civilidad que hace tanto tiempo perdimos. Claro que los puntos de partida hacia mejores horizontes son muchos y muy difíciles de alcanzar, comenzando porque se necesita que de manera drástica y definitiva se borren las barreras de odio que han perdurado en nuestra historia, eliminando los salvajes enfrentamientos que hemos mantenido, acabando con la fraternidad que debería ser nuestra razón de ser ante las naciones civilizadas de un mundo que ve con temor como se incrementan las terribles masacres de seres indefensos, sin que la parte de nuestro mal repartido territorio, que es el que tiene todas las riquezas, haga lo necesario para detener el fin de una civilización.
Ojalá no seamos los que tengamos que sufrir las dentelladas de la crueldad humana, aunque estamos muy cercanos a encabezar la oprobiosa lista de los países más violentos del mundo.
Pensemos en hacer los últimos esfuerzos, comenzando por establecer entre una metas de convivencia que nos van a permitir unirnos con más consistencia, para enfrentar con mayor coraje a los que han decidido tomar el camino sangriento de la guerra.
Hagamos un alto, primero entre los "buenos", y veremos que nuestros esfuerzos, estando unidos, pronto darán los resultados que tanto ambicionamos.
Aunque sea una gota de agua el acercamiento que se acaba de hacer, si es de verdad ceñido a un deseo de paz muy sólido, tendremos que, por ley natura, salir del cruel destino que hemos soportado.
Que el gobierno regrese a la democracia perdida, y que ambos bandos, con todos sus políticos, algunos de los cuales pueden ser catalogados benévolamente dejen de lado sus intensos odios, porque el enemigo que tenemos al frente ha demostrado hasta la saciedad, que ante la división, que produce debilidad, no podrá ser derrotado ni por las buenas ni por las malas, alargando así nuestro interminable sufrimiento. Se ha dado un paso, pequeño, pero hacia adelante, y ojalá sea el comienzo de algo muy benéfico para Colombia.
P.D.: La primera vez que uno compra una casa piensa en lo bonita que es, y firma el cheque. La segunda vez se fija en que no tenga gorgojo. Lo mismo pasa con los hombres.
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