Han pasado ya largos quince días desde que Maduro nos dio la primera patada, y vamos de derrota en derrota esperando con dolorosa paciencia que el tirano y sus esbirros decidan dejar de torturar niños, mujeres y ancianos de manera despiadada, y nos dejen vivir con cierta tranquilidad.
No es hora de pedir replanteamientos en la nómina burocrática, para no darles papaya a los narcos venecos, que con el cerebro gris y podrido del régimen al frente de Diosdado Cabello siguen cometiendo barbaridades ante la mirada impávida de un grupo de naciones "amigas", muy vecinas de nuestras fronteras, que pasaron de agache en la reunión de la OEA, cometiendo actos de indecencia grosera, violando la palabra que habían empeñado de no dejarse manejar, y acompañarnos, como un acto de justicia, a enfrentar la forma como están acabando con las democracias de la región, gracias a la brillante moral que según Maduro, tienen él y toda su corte de chavistas.
Por fortuna el mundo civilizado está viendo que ciertos gobernantes cuyos nombres pertenecen al muro de la infamia han vendido su palabra por un galón de petróleo, sin tener el valor que significa defender el derecho a que a seres indefensos, como son nuestros compatriotas, se les respeten los más elementales derechos humanos.
He solicitado en esta columna, casi exigiendo al señor Santos que deje el miedo ante los bárbaros vecinos y tome la determinación de quitarle el respaldo al bojote Samper, ficha miserable de Maduro. Pero a pesar de que a raticos parece que tendrá valor el presidente Santos, apenas lo voltean a mirar del otro lado de la frontera, de inmediato se queda callado como una ostra y atornilla más al apátrida, que no tiene ni siquiera la decencia de entregar una posición que le pertenece a los colombianos y que él sin derecho alguno se ha apropiado, aunque hubiera sido impuesto por el mismísimo presidente.
Ahora ha salido a la palestra el exembajador de Venezuela en Colombia, Roy Chaderton, reconocido por ser el más grande enemigo de Colombia, ahora embajador de su país ante la OEA, quien expuso la tesis que al final impidió la aprobación de lo que con justicia estábamos exponiendo al mundo.
Da pena decirlo, pero vi las exposiciones de la OEA, y tengo que reconocer que este señor se llevó en los cachos al colombiano Andrés González, a quien le faltó mucha berraquera para convencer a los que estaban dudosos y cuyos votos eran definitivos.
Supongo que la Cancillería debe tener la lista de quienes nos dieron la espalda, encabezados por nuestros "hermanos" panameños, para que cuando nos soliciten alguna colaboración salgamos corriendo a ponernos de rodillas ofreciendo nuestros servicios.
Que tengan mucho cuidado, porque si bien ahora somos los perdedores, los militarotes del cuento no se paran en pelitos para pasar por encima de quien se les atraviese, con tal de no soltar el nuevo imperio de la droga que están manejando.
Finalmente, me tienen pensando las reacciones de Santos tratando de encontrar la frase que le reemplace la memorable explicación, cuando abrazando al gordo maluco lo catalogó como su "nuevo mejor amigo". Si no fuera por la vergüenza que esta metida de pata nos causó, diría que hasta nos hubiera dado pie a una burlona sonrisa en estos momentos de dolor de patrio. Difícil situación están viviendo los compatriotas de la frontera, pero estoy casi seguro que, como ha pasado en ocasiones anteriores y con un enemigo más peligroso como era Chávez, apenas crean que tienen adormilados a sus compatriotas y piensen que nos han asustado, volverán a calmarse las aguas y otra vez serán los "nuevos mejores amigos".
P.D.: Ten tus ojos bien abiertos antes del matrimonio, y medio cerrados después de él.
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