Dejo constancia de que no he sido yo quien le puso el acertado apelativo de reculador o algo parecido que se hizo público al Sr. Santos, quien esta semana volvió, como ya nos tiene acostumbrados, a asustarnos con una de sus múltiples determinaciones sorpresivas que después de hacer un gran daño entre la opinión pública tiene que recular, cuando se da cuenta que no ha sido lo más acertado para conservar el país con alguna relativa calma, mientras nos vuelven a dar las grandes dosis de temor, por la incertidumbre en que nos mantienen los narcoasesinos.
Pero desafortunadamente Colombia ha llegado a una situación de nerviosismo que, cuando escuchamos en las mañanas las noticias, o les damos una ojeada a los periódicos, comenzamos a sentir que nos corre el sudor, pensando en lo que nos deparará el día que apena comienza. La última decisión tomada por Santos de suspender el uso de glifosato para combatir los cultivos ilícitos en manos de los farcianos y los elenos, como su primera fuente de ingreso, es, sin duda la peor imposición ordenada por los bandidos al Gobierno en La Habana, para permitir que el único producto verdaderamente útil para acabar con la mayor plaga de estos tiempos, la cocaína, tenga ahora puerta abierta para incrementar su producción y con ella los gigantescos ingresos de quienes tienen este producto como su fuente de financiación ilimitada, para sostener la guerra espantosa que lleva más de cincuenta años azotando a un pobre país que se merece mejor suerte. Ojalá, como es costumbre, recule rápidamente.
Como serán las cosas de contradictorias en este gobierno que hasta el mismo Ministro de Defensa, a pesar de la incertidumbre en que se debate diariamente, por situaciones como ésta, adicionadas con ataques increíbles del alto gobierno contra las fuerzas armadas, ha terminado muchas veces enredado a tal punto que nos quedamos sin saber si este personaje está de verdad defendiendo al Ejército o, sencillamente, lo han puesto en un papel de marioneta que no se merece. A raíz de la última masacre cometida por los asesinos en forma traidora y cobarde, provocada por la forma inocentona como el Presidente creyó a ojos cerrados, como lo ha venido haciendo desde hace mucho tiempo, la tal promesa de cese al fuego unilateral, entregando a los héroes de la patria en manos de sus victimarios, tuvo el ministro al menos el valor de decir de frente al país que consideraba a estos bellacos como unas ratas humanas. Quién sabe qué tan bien recibido fue este pronunciamiento, porque al poco tiempo tuvo que salir a declarar que él estaba para obedecer las órdenes de su superior, lo que, según el tono que dejó entrever, significaba que hubo tirón fuerte de orejas.
Pero lo último en guarachas es la batalla campal que se ha armado entre el "venerable" fiscal de la Nación, también conocido como el abominable calvo, personaje por cierto bastante desagradable por lo politiquero, leguleyo y manzanillo y el Congreso casi en su totalidad. La responsabilidad de las actitudes del fiscal viene desde el mismísimo Palacio de Nariño, donde en su afán de acabar con todo lo que huele a Uribe lo endiosaron y lo encargaron de inundar con agua de letrina la honra de algunos funcionarios del pasado mandato, olvidándose de que una de las principales cabezas del mandato Uribe fue el actual poseedor de la autoridad, y que en ese tiempo era tan responsable, o más, por ser Ministro de Defensa, que los que ahora pagan en una cárcel culpas que nunca cometieron.
Grave cosa lo que nos está pasando, donde todo un fiscal de la Nación se encarga de politizar aún más la justicia que todo el mundo quiera reformar, como lo demuestran las últimas encuestas, porque para gran repudio del país, está apestando.
Esto parece cosa de no tener fin, porque no hay un solo día en que no tengamos un escándalo qué soportar o una reculada que presenciar.
P.D.: Es preciso elegir entre amar a las mujeres o conocerlas; no hay otro remedio.
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