Nunca, que yo recuerde, se había sentido una sensación de mayor rechazo hacia el Poder Judicial que la actual. La politización de esta rama del poder público y la forma como está siendo manejada por algunos de los más reconocidos mandamases políticos, ha creado una atmósfera de alta peligrosidad donde, desde los jueces de remotas veredas quienes diariamente se juegan la vida enfrentando en los abandonados campos a los feroces bandoleros, hasta magistrados que imparten justicia en los lujosos salones de los clubes sociales de las grandes ciudades, viven situaciones realmente complicadas, por la poca o casi nula confianza que se les está teniendo en todas las esferas de la vida del país.
Vemos con repudio que la politización de la justicia, adicionada con un matiz de revancha que le imprime el gobierno en su afán por acabar con todo signo de oposición, nos hace perder la ruta de una democracia, que aunque con muchos defectos, está lejos de parecerse a las dictaduras de algunos vecinos.
Claro que en medio de todas las tragedias que nos rodean, hay veces que no podemos dejar de esbozar una sonrisa, sobre todo por las payasadas con que sale el frustrado humorista del país bolivariano antes de autosuicidarse y hacer la multiplicación de los panes y los penes. Eso de salir ahora a pedir auxilio al embeleco de la Unasur, dirigido por un individuo reconocido ampliamente por sus antecedentes de tener dudosos socios, y cuya elección como presidente dejó con la boca abierta a medio mundo, no deja de ser un chiste cruel. Aquí es donde se podría comenzar a recomponer el camino con algún comunicado perentorio de las Cortes negándose a aprobar esa vergonzosa solicitud.
Con este episodio se retrata de cuerpo entero la ignorancia de Maduro, quien a lo mejor con cierta razón, piensa que desde Colombia seremos los primeros en respaldar esta intermediación, ya que esa posición, como bien lo sabemos, fue acolitada por el mismo presidente Santos, personaje que no se para en pelitos para alcanzar lo que quiere, así tenga que brincarse a medio mundo.
Supongo que pronto habrá alguna declaración del gobierno en boca de su canciller -tan amiga de la banda chavista- apartándose de esta solicitud, porque este episodio va a ser muy conveniente para analizar si en verdad en el alto gobierno se practica la frase de una columnista de El Tiempo, y que debería estar escrita a la entrada del salón de conversaciones en La Habana: "no hay que mostrar tantas ganas de negociar, cuando la contraparte es tan glotona".
Todo esto merece una recomposición, porque este circo tiene muy bien entrenados a sus payasos y no debe haber solidaridad con un país en quiebra por el pésimo manejo administrativo y financiero que le han dado las dictaduras. Hay que colaborarle al pueblo que es el que verdaderamente está sufriendo, como un mensaje profundamente social, y no como se está haciendo, dando vitrina a personajes cuya presencia produce toda clase de efectos contrarios a los que se pretende, agravando la profunda crisis.
El hecho de que Chávez hubiera maquinado una falsa colaboración con el gobierno colombiano para el tema de la paz, no implica que tengamos que seguir inclinando la cabeza ante los insultos que periódicamente nos endilgan los gobernantes bolivarianos. Al contrario, va siendo hora de que nos quitemos la jáquima y comencemos a resolver nuestros problemas sin ayudas indeseables y recorriendo nuestros propios caminos.
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