Dentro de la gigantesca burocracia internacional, con uno de los puestos más desafortunados, existe un individuo llamado José Manuel Vivanco, director de Human Rights Watch (HRW), quien, dicho sea de paso, me parece uno de los lagartos más abominables de esa fauna.
La semana pasada mojó primera página de los principales medios de la región al dar unas declaraciones muy contundentes en contra del proceso de paz, ese que llenos de temores estamos arrastrando los colombianos desde la tierra de los Castro.
Tengo que confesar que nunca me ha caído bien este individuo, porque en la generalidad de las veces sus argumentos, sus ataques más fuertes, van contra gobiernos democráticos, haciendo defensas parcializadas de las pandillas de facinerosos que como las Farc y el Eln en Colombia, no tienen ninguna justificación.
Esta vez, bajo el título de esta columna, interpretando lo que estamos pensando la mayoría de los sufrientes compatriotas, lanzó unas frases violentas contra las negociaciones de paz que está llevando a cabo el gobierno, terminando por demostrar que todo este maremágnum lo único a lo que nos está llevando es a un "gigantesca piñata de impunidad ", donde los grandes perdedores seremos los pobres colombianos.
Lo que sorprende en este rifirrafe es la coincidencia de las tesis que ha venido sosteniendo el Uribismo, a través del Centro Democrático, cuando ha expresado el grave peligro que corremos al dejar en manos de los bandoleros un poder de inmensas proporciones en el gobierno del país, y quitándole a nuestro glorioso ejército el derecho de defender la patria por encima de todo.
Más claro no canta un gallo, la opinión internacional está entrando en el círculo de la incredulidad y está comenzando a dudar de las mentiras y los enredos con mentirosas promesas con las que sigue comulgando el señor Santos, como con ruedas de molino.
El año pasado terminamos con un panorama de incertidumbre que hará más difícil vivir con tranquilidad en un próximo futuro, porque los nubarrones que nos rodean indican que vamos a terminar metidos en remolinos muy complicados.
Vemos con mucho temor el desenlace de los convenios de La Habana, y hay poca confianza en que de toda esta entrega salga algo provechoso. Las encuestas de los medios así lo confirman, y la credibilidad del presidente esta casi tan reducida como la de su colega de Brasil. Lo único que nos falta es que siga apoyándose en Maduro y Diosdado para acabar de una vez por todas hasta con el espaldarazo que le daba Vivanco, y que no demora en desaparecer del todo.
Nota: No se necesita ser un gran economista como los que nos están preparando otra reforma tributaria, para ver con claridad la espantosa metida de pata que será la venta equivocada y absurda de Isagén, nuestra empresa líder, en el actual estado económico del país. ¿Quién, fuera del ministro de Hacienda y el director de planeación, sería capaz de jugar tan irresponsablemente con la joya de la corona?
Vamos de peor en peor.
P.D. Todas las batallas de la vida sirven para enseñarnos algo. Incluso aquellas que perdemos.
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