Desde el año pasado anticipaba en esta columna, casi que sin querer queriendo, que la pelea entre el presidente Santos y su Sancho Panza, el vicepresidente Vargas Lleras, sería para alquilar balcón. No era una cosa muy difícil adivinar que entre estos dos personajes existen discrepancias de marca mayor, y aunque se suponía que ambos iban a trabajar dentro de la mayor cordialidad, se vislumbraba que el geniecito de los dos no daba para hacer una aguapanela. Pues bien, ya estamos en abril y nadie puede negar que el agarrón está comenzando a tomar tal fuerza que antes de que nos lo imaginemos, esto va a terminar mucho peor que lo nos tocó vivir entre el expresidente Uribe y su ministro de Defensa, el celebérrimo señor Santos.
Acá ya nos hemos acostumbrado a soportar la complicada forma de gobernar de este mandatario, porque entre sus varios defectos está el de no ser un amigo tan fiel que digamos, además de tener la manía de recular sin vergüenza a cada momento, metiéndonos unos sustos que nos dejan temblando por las consecuencias que puedan tener para el futuro de nuestra patria.
Vargas Lleras, quien ha demostrado muy buena capacidad ejecutiva en el puesto en que lo puso Santos para facilitarle su campaña, está comenzando a darse cuenta de que no está muy seguro en su cargo, y que a pesar del espaldarazo presidencial, no es claro que le vaya a servir para alcanzar lo que tanto está ambicionando, como es llegar a ser presidente, pues ha comenzado a revolverse toda la política, formando un torbellino que cuando aflore se va a convertir en un verdadero cataclismo, sobre todo para los que más fuertes se están sintiendo en sus aspiraciones para primeros mandatarios.
Si miramos con detenimiento y poniendo el espejo retrovisor, a pesar de que faltan más de dos años para elegir nuevo presidente, las peleas internas están en tal punto que lo que acabamos de ver en el Congreso a raíz de la propuesta que hicieron los amigos de Santos, para desde ahora poner un gigantesco palo en la rueda de la candidatura de Vargas, revela que el presidente Santos comenzó a mover sus palancas para ir colocando en los sitios estratégicos a sus ases, como en el juego de póker, del cual dicen es un experto en manipulación.
Pero se le está olvidando que todavía tiene vivito y coleando al frente de la mesa a otro jugador, que por su experiencia y conocimiento político, y sobre todo por no tener rabo de paja en aspectos de fidelidad, también está manejando sus cartas con inmensa habilidad, dando muestras de que la pelea va a ser peleando.
El primer paso fue una jugada maestra de Uribe en el Congreso, derrotando en franca lid a los enemigos de Vargas quienes apoyados desde la Casa de Nariño, no alcanzaron a vislumbrar su primera derrota propinada al ser negada la propuesta para inhabilitar al vicepresidente para aspirar a la jefatura de Estado.
La pelea sigue vigente y se están reagrupando los partidos en vísperas de las elecciones de octubre, cuando además de estos enfrentamientos, netamente políticos, tendremos de frente toda la parafernalia de la paz, que va a terminar de revolver nuestra difícil situación de orden público, si el presidente no se amarra los pantalones y deja de entregar el país a los bandoleros. Seguimos a la expectativa, y mientras tanto las encuestas de opinión varían constantemente, pero siempre con Uribe y Santos a la cabeza.
P.D.: Es bueno dejar el trago, lo malo es no acordarse donde.
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