Es tan increíble la velocidad del tiempo, que muchas veces nos parece que ya alcanzó a la de la luz en su vertiginosa carrera. Han pasado tres años desde el inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno y los bandoleros, y luego de que Santos se dio un plazo terminante de seis meses para llegar a un acuerdo y finalizar este espantoso conflicto, recapitulamos con decepción los más de cincuenta años en que hemos estado sometidos los crímenes y vejámenes de quienes solo han pensado en hacer males a los pobres habitantes de un valiente país, que ha resistido por tanto tiempo las bellaquerías de quienes ahora fungen como los más patriotas y hombres de bien.
Reconozco que nunca, ni siquiera ahora, he tenido confianza sobre lo negociado en La Habana, a pesar de la propaganda del gobierno haciéndonos lavados de cerebro para prepararnos a los mejores días por venir. Jamás le había puesto más bolas a Santo Tomás, que cuando exige que para creer hay que meter el dedo en la llaga.
Ya llegó el 26 de marzo (pongámosle música de corraleja), es decir que en menos de 45 días se vence el plazo que dio el gobierno para llegar a la firma del arreglo, y seguimos enfrentados a unos bandidos que hasta último minuto pretenden inclinar más la balanza a su favor, aprovechando no solo el afán de Santos, sino la campaña proselitista que ha desarrollado con habilidad el gobierno metiéndonos en la cabeza la idea de que no solo llegaremos al paraíso, sino que lo haremos dejando por el suelo a los enemigos.
Todavía pregonan los mandos del gobierno que todos los que no estamos de acuerdo con las negociaciones, tendremos que esperar la condena eterna por ser, según se nos cataloga, enemigos acérrimos de la paz. No veo necesario rebatir este caballito de batalla, pero pueden estar seguros los gobiernistas que en este país, todos, con la lógica excepción de quienes se han lucrado con sus crímenes, estaremos felices de alcanzar esa anhelada paz. Lo que pasa es que una cosa es querer aplicar justicia para los asesinos, y otra llegar a acuerdos en los que se tengan que entregar los principios sagrados de la nacionalidad.
Si, como se dice, todo está por terminar con un triunfo resonante de Santos, no veo claramente por qué entidades entregadas al gobierno siguen en sucias campañas como la que con tanta maldad y astucia hace el "honorable fiscal de la nación" tratando de poner detrás de rejas a funcionarios que durante el gobierno del doctor Uribe cumplieron honestamente con sus deberes, y en su momento su labor fue reconocida hasta por los mismos personajes que hoy denigran de ellos.
Dicen los que saben de estas cosas que esta es la historia de la política a lo largo y ancho del mundo, y si eso es así tendremos que seguir viviendo en el lodo de la corrupción que en nuestro país abunda, convertido en un verdadero carrusel de porquerías dirigidas por personajes que a los pocos días de ser condenados por algún juez, de los honestos que quedan, salen a delinquir con la velocidad de la luz.
En fin, pocos días nos quedan para el desenlace de este largo drama y, ojalá así lo quiera Dios, alcancemos la tranquilidad que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas nunca ha conocido.
P.D.: El homosexualismo nunca tuvo el tabú de la virginidad.
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