El último hecho sucedido en México alrededor de la fuga casi increíble del mayor narcotraficante de droga del mundo, el tenebroso "Chapo Guzmán", nos puso a los colombianos a devolvernos en el tiempo como en una película en la cual nos volvieron a pasar con horror las épocas de cuando Pablo Escobar, en medio de todas sus fechorías, culminó uno de sus mayores éxitos, fugándose con la total colaboración de algunas autoridades putrefactas de la cárcel de Envigado, mejor conocida como La Catedral, sin que nadie hubiera hecho algo distinto a quedarse de brazos cruzados, esperando que voluntariamente volviera a recluirse en su prisión, cosa que lógicamente nunca sucedió.
Ya conocemos en nuestro país todo el Vía Crucis que nos tocó vivir, cuando el capo comenzó a tomar retaliaciones en contra de la sociedad, perpetrando toda clase de actos terroristas ante la incapacidad de los gobiernos de esa época de enfrentar la oleada de terror que nos invadió. Pasados los tiempos se han dado infinidad de argumentos y explicaciones sobre este vergonzoso episodio de nuestra historia, sin que hasta el momento se haya podido aclarar con certeza cuál fue la actuación de muchas de las más altas autoridades, incluyendo presidentes de Colombia que fueron cómplices sin ninguna duda, pero cuya responsabilidad se redujo solo a un grupo pequeño, que al final de cuentas recibió unas penas irrisorias, ante el asombro de todo un mundo que nunca entendió la débil actuación de los mandatarios de la época.
En todas partes de nuestro globo terráqueo se ven hechos de esta naturaleza y se llega a situaciones vergonzosas por la ineficiencia para combatirlas, y es por eso que día a día vemos cómo a pesar de los grandes esfuerzos que se hacen, el negocio del narcotráfico es como una hiedra del mal, imposible de extirpar, y sus ramas se extienden vertiginosamente en medio de la jungla de la maldad y el vicio.
Está claro que la mayor y más efectiva arma que tienen los delincuentes para evitar que se tenga éxito en la lucha contra este delito es la corrupción, que prima sobre cualquier actuación de las autoridades; pero, lo que me parece a mí, vuelve más ineficaz esta desigual guerra es el terror a las actuaciones de los bandidos, callando no solo con amenazas, sino con crueles realidades a todo aquel que se interponga en su camino.
No es sino analizar a un policía que durante años ha venido cumpliendo con todos sus deberes, y de pronto le toca, por razones de su duro oficio, enfrentarse a una situación tenebrosa en la cual tiene que decidir si cumple con sus obligaciones o entrega su moral a cambio de su vida o la de sus hijos. Dura decisión en la que cualquiera que sea la determinación, siempre va a llevar las de perder, y como esto lo saben bien los criminales no les queda nada difícil proceder con la crueldad a que están acostumbrados y borrar de la conciencia de cualquiera el deseo de cumplir fielmente sus deberes.
En este caso, del fiel seguidor de Pablo Escobar, el hasta ahora invencible Chapo, la guerra la va perdiendo, por amplio margen el presidente de México y su gobierno porque, a menos que les caiga un golpe de suerte, y logren volver a atraparlo o darle de baja, la opinión de los manitos está completamente desmoralizada, y hasta ya se oyen fuertes rumores que llevarían a un golpe de estado, si no hay una definición rápida sobre este caso.
Así que, como podemos ver, en todas partes se cuecen habas, y si hay un país en grave riesgo de volver a época aciagas es el nuestro, donde tenemos ahora a las mayores bandas de narcotraficantes, cobijadas con el mote de "guerrilleros eméritos", quienes han logrado bajo el gobierno de Santos sentarse en la misma mesa de negociaciones, de la que ojalá salga algo bueno, o al menos pasable, antes de que tenga que venir el narco mexicano a repasarnos las lecciones de cómo escaparse de las prisiones de más alta seguridad del mundo.
Nunca se ha acabado el negocio de la droga y, por el contrario, parece que su cultivo y uso va en aumento, según nos lo muestran las últimas estadísticas, así que si no se toman determinaciones radicales, el futuro nos indica que seguiremos nadando en el mar del terrorismo propiciado por la droga.
P.D.: La inactividad sexual es peligrosa; produce cuernos.
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