La situación política social y económica que vive Venezuela sobrepasa cualquier pesadilla imaginable, sobre todo porque esta crisis tiene como agravante la total inutilidad de una clase dirigente para enfrentar con conocimiento y valentía a quienes encabezados por dos pelmazos como son Maduro y Diosdado Cabello, cuya inteligencia no llega ni a microscópica, siguen agrandando el hueco sin fin en que los dejó el tiranuelo Chávez.
Y para peor de males están convencidos de que están manejando su país con estrategias acertadas para sacarlo del desastre, sin ver que en cada movimiento, como en las arenas movedizas, se van hundiendo más y más, hasta llegar a un límite escabroso cuya salida se ve a cada momento más difícil.
Los analistas económicos internacionales han venido dando recomendaciones con las cuales se podría pensar en sacar un poco la cabeza del lodo en que están enterrados, pero desafortunadamente ni la mula quiere andar, ni hay quien la empuje.
La ignorancia, dice el viejo dicho, es atrevida, pero si además se interpone la ambición y la terquedad de los dirigentes, cualquier solución se pierde en los confines del desastre y todo indica que cualquier cosa que se haga va a llevar a situaciones gravísimas, sobre todo en lo que al orden público se refiere.
Desde nuestro país, donde también trastabillamos muy de seguido por razones parecidas, sabemos que una hecatombe donde los vecinos nos afecta en materia grave, no solo en la economía, que ya hemos padecido, sino porque el remezón interno que se está planteando en la puerta de nuestra casa, va a convertirnos en parte de un conflicto que llevaría a límites muy peligrosos la guerra civil que hemos sufrido contra los vándalos facinerosos durante más de cincuenta años.
La negra noche que cayó sobre los vecinos puede llegar a extenderse al interior de nuestras fronteras, aumentando el terrorismo estimulado por los gobiernos chavistas, que siguen fortaleciéndose fundados en la política dictatorial con que se ha manejado por años a Venezuela.
En el reciente viaje de Maduro a los países árabes, de donde volvió cogiéndose las nalgas con las dos manos, y después de aplazar su informe a la nación, por fin el miércoles tuvo las agallas de enfrentar a su pueblo en medio de una sarta de mentiras, como si se estuviera dirigiendo a retrasados mentales.
En el "sabio y profundo" discurso de Maduro, dijo toda clase de barbaridades durante cerca de tres horas, haciendo aparecer su presentación como un gigantesco hoyo vacío, pero rodeado de toda clase de demagogia.
Mis predicciones sobre la gravedad de lo que se viene se afianzan al ver que el minúsculo grupo de partidarios del gobierno solo llega a un 22% de la población, y hay una polarización creciente en contra de la camarilla gobernante, pero tomando un carácter terrorista que tiene en vilo a toda la región.
¿No será hora de que el ilustrísimo personaje de la cuerda de los mafiosos, señor Samper, como director del esperpento llamado Unasur se pronunciara a favor de los dictadores, antes de que lo dejen sin puesto?
Pero lo peor que se viene es la actuación del Gran Maligno, Diosdado Cabello, el verdadero cabecilla de la cuadrilla, quien tendrá que intervenir a fondo en la salvación de Venezuela, porque así se lo pidió Maduro cuando descaradamente puso en manos de Dios la economía y la situación de un país que se hunde ante la mirada impávida del mundo. Vamos a ver si con el nuevo ministro de Economía se alcanza una solución, o si por el contrario el golpe de estado que se siente por todas partes está tan Maduro que ya está oliendo maluco.
P.D. No te tomes tan en serio. Nadie más lo hace.
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