Con lo que ha sucedido en los últimos quince días, uno no sabe si sentarse a reír o arrancar a llorar, pues el desarrollo de los hechos ha creado una tensión que raya en el pánico, porque las permanentes sorpresas que nos da el señor Santos, aunadas a las actitudes desafiantes de los facinerosos en La Habana, no han sido los únicos motivos de temor que nos invaden, pues se les han sumado las pestilencias que están aflorando de los pozos sépticos de algunos miembros de la Rama Judicial.
A nadie se le hubiera pasado por lo más recóndito de su mente que veríamos a nuestra patria revolviéndose en medio de las más oscuras nubes de corrupción que en época alguna habíamos sentido. El sentir de los colombianos era que este poder era la amalgama de los hombres más prestigiosos del país, cuya honestidad y patriotismo nos proporcionaba una gran tranquilidad, aún en medio de los mares procelosos en que históricamente hemos logrado sobrevivir.
Pero, desafortunadamente, cuando hace pocos años pensábamos que por fin nos estábamos encarrilando por senderos de paz, comenzó el peligroso experimento de alcanzarla sentándose de igual a igual en una mesa de diálogo, creyendo con falsas esperanzas que estas bandas de terroristas iban a tener la honestidad de querer conseguirla de una manera sincera y patriótica. Para nuestro infortunio este experimento no está dando los anhelados resultados y poco a poco nos convencemos de que cambiar la mentalidad y la forma de vida de magnates que se dan los cabecillas, no podrá ser transformada tan fácilmente.
Lo que nos tiene aterrados -esta es la palabra adecuada- es la espantosa situación de corrupción en que han caído algunos de los principales dirigentes de las Altas Cortes y cuerpos de control del Estado. Por todas partes afloran acusaciones de peculados, mentiras, calumnias, sobornos y, en fin, toda la gama de podredumbre imaginable.
Si uno se pone a analizar punto por punto, se da cuenta de que entre algunos de los magistrados se han formado prácticas alianzas para delinquir, donde las coimas van y vienen por debajo de la mesa, hasta llegar al extremo final, que es lo que nos tiene más que temerosos, y es que parece que todos van a resultar inocentes, ya que no será posible concretar alguna prueba contundente para sentenciar a los implicados.
Si hacemos un estudio de varios de los personajes que están en el ojo del huracán, vemos que, inclusive en momentos tan dramáticos, en los que más debieran demostrar que todavía tienen rasgos de honorabilidad, hasta el magistrado Pretelt, presiente de la Corte Constitucional y cabeza de todo este proceso, rechazó inicialmente renunciar a su cargo, y cuando al fin lo hizo presionado por la opinión pública y de sus mismos colegas, hasta en ese gesto tuvo que ser puesto contra la pared. Como quien dice, sigue amangualado dejando con las manos atadas a sus propios colegas.
Toda esta venenosa culebra no termina en la pelea de compadres que apenas comienza, porque ya se están destapando los nexos de los personajes de dudosa reputación con firmas de conocida deshonestidad, como Fidupetróleo, que a su vez está siendo cuestionada por tener relaciones impropias con Interbolsa, Fondo Premium, Proyectar Valores y DNE y una interminable lista negra.
Tenemos muchas dudas por la agilidad de la Sala de Acusaciones para archivar casos delictivos y declarar su prescripción, pues seguro primero les levantan el fallo a Nariño y a Rojas Pinilla, a que haya una condena para los actuales protagonistas. ¿Señor mío, qué nos está pasando?
P.D.: La vida es tan corta, y el oficio de vivir es tan difícil que cuando uno empieza a aprenderlo, ya tiene que morirse.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015