Eso de que cada día trae su propio afán es una verdad del tamaño de una catedral, sobre todo si nos ha tocado vivir el infortunio de tener que aguantar durante toda una eternidad el cruel suplicio de una guerra fratricida e irracional. Después de que el presidente Santo, sin dejarnos pensar y mucho menos opinar, nos lanzó el hecho cumplido de que iba a sentarse a dialogar con los sediciosos que nos han atormentado durante tantos años, y que ya han pasado dos generaciones no solamente sin conocer la paz, sino sumidos en una de las más largas guerras que tenga conocimiento el mundo civilizado, el objetivo de la paz no está cerca.
En los altibajos en las conversaciones de La Habana con los bandidos, cualquier análisis que se haga sugiere que estamos lejos de alcanzar la tan ansiada tranquilidad. Y lo peor de esta situación es que la estrategia del gobierno parece ir perdiendo la partida. Después de más de dos años de sentarse a verse las caras y de recibir verdaderas burlas de parte de los facinerosos, llegamos a un momento crucial con el misterioso secuestro del general Alzate, rodeado de hechos insolubles que han terminado por enredar lo que de por sí era un nudo Gordiano.
Ahora nos convencemos de que a pesar de los esfuerzos de la comisión negociadora, y del optimismo, sindéresis y patriotismo que les ha impreso el doctor De la Calle, las cosas van por caminos peligrosos, dejando una estela de pesimismo que se refleja en todas las encuestas recientes.
Entonces, los violentos están aprovechándose de la crisis en que se encuentra el gobierno, y con las frecuentes reculadas a las que ha tenido que apelar el presidente, han ido cogiendo más fuerza, y haciendo gala de sus mentiras y sus malignas actuaciones pierden terreno ante la opinión pública, pero ganan con sus actos despreciables.
Como si fuera poco, no es sino ver lo que está sucediendo con la entrega del general a quien tienen la obligación de liberar quienes ahora en forma descarada se creen los dueños de la soberanía del país, que solo siente repudio ante los crímenes que siguen cometiendo.
Las siniestras actuaciones con que nos siguen azotando se evidencian con el secuestro de niños inocentes, en la más aberrante demostración de su cobardía.
Ayer se reiniciaron las conversaciones en La Habana, y luego de haber anunciado la decisión de no seguir con el maldito secuestro, llevan "retenidos", como ladinamente los llaman, 39 menores de edad. Esto produce un rechazo que nos hace pedirle al Gobierno que deje de lado sus buenas intenciones y responda ante los crímenes con todo el poder que le otorga la Constitución, y contando con la ciudadanía que en este caso está monolíticamente unida en su rechazo, ponga en práctica la mano dura y no permita que los bandidos se sigan burlando de todos.
Esto no significa que seamos guerreristas, o que no queramos la paz. Todo lo contrario, lo que no queremos, sobre todo las personas de la tercera edad, es sentir la vergüenza de dejar a nuestros hijos un patria sumida en una eterna guerra y en manos de unos bandidos que nunca han hecho nada cierto por evitar las diarias masacres.
Poco tiempo nos duró el respiro de esperanza que nos dejó el presidente Uribe, y Dios quiera que no volvamos al tenebroso pasado que habíamos dejado de lado.
P.D.: Solo quienes han comido ajo pueden darnos una palabra de aliento.
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