Con el respeto que me merecen las altas autoridades eclesiásticas de la ciudad, pero a su vez sirviendo de vocero de la comunidad que me lo ha pedido, tengo que hacer notar un hecho que está sucediendo en la carrera 23 de Manizales, por la parte trasera de la Catedral, a la entrada de uno de los portalones del edificio sagrado situados en la mitad de la cuadra. No sabemos si con autorización directa de la curia, o si con el visto bueno de alguna autoridad municipal, cosa que no vemos factible, se ha montado una fritanguería que está contribuyendo a convertir los andenes del centro de la ciudad en verdadero almorzadero, con empanadas, chorizos y corrientazos incluidos, violando todas las normas que sobre este tipo de establecimientos están establecidas y sobre las cuales hay un grupo de personajes que han venido haciendo ingentes esfuerzos para controlar este desorden, y evitar que los olores a manteca se sigan esparciendo por el centro histórico.
Mucho se ha hecho para que nuestra Catedral, insignia sacra, vuelva a presentar una imagen decorosa, y es así como las torres, los vitrales y los santos han sido reparados para solaz general. También, siguiendo el ejemplo de famosas iglesias del renacimiento, al interior del segundo piso se montó un pequeño café, tipo europeo, llamado Tazzioli, muy bien atendido, donde turistas y locales pueden darse el lujo de comer un pequeño bocado acompañado con nuestra bebida nacional. Son cosas como esta las que ayudan al embellecimiento de la ciudad, y por eso hago la amable petición a las autoridades pertinentes de reconsiderar el permiso concedido al negocio de comida y demostrar que sí tenemos un verdadero espíritu cívico, como tanto lo pregonamos los manizaleños.
Siguiendo con la paz, tan pronto el señor Santos firmó con Timochenko otro de los muchos documentos con que se piensa legalizar la tan anhelada paz, comenzaron a aflorar los inconvenientes que seguirán incrementando la larga lista que tendremos que aguantar antes de culminar lo que parece no tener fin, aunque se hagan toda clase de premoniciones alrededor de este calvario.
El último inconveniente, que parece cosa de niños, es el reclamo de los guerrilleros sobre las zonas de despeje, cuya creación ya había hecho pública el gobierno explicando su tamaño y su número, y que fue desmentida por el propio jefe cabecilla, porque según ellos nada de esto está definido. ¿Cómo diablos puede llegar a presentarse una situación así, al final de cuatro años de discusiones y se pregona que ya se llegó al fin del conflicto? ¿Quién es el responsable de este traspié? ¿Es esto alguna zancadilla de las varias que tendremos que aguantar? Me parece que sigue faltándole seriedad a algunos de los negociadores.
Dejando atrás el ruido de la pólvora, debo comentar el hecho más sobresaliente de construcción que se ha presentado en el mundo: El canal ampliado de Panamá. El domingo pasado se inauguró esta gigantesca obra, orgullo de nuestros vecinos y cuyos trabajos duraron siete años. Lo simpático es que los colombianos vivimos diciendo que somos los más capaces, que nuestra capacidad de inventiva está por encima del común del mundo, y otra sarta de pendejadas. Pues mientras Panamá demoraba los siete mencionados años, en Bogotá, a una de las más importantes constructoras del país le faltan mínimo los siete años que ya lleva más otros tres para terminar un pinche puente en la calle 94. Claro que esto es sin contar el tiempo que pasará cuando comiencen a aflorar los carteles de la construcción, y nuestra ágil y honesta justicia siga por su camino de perdonar los negociados a que nos tienen acostumbrados.
P.D.: Esposa es aquella amiga y compañera que está siempre a nuestro lado para ayudarnos a resolver los grandes problemas... que no tendríamos si no estuviéramos casados.
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