En medio de la avalancha de acontecimientos misteriosos a los que nos tiene acostumbrados el gobiernos del señor Santos, la noticia de esta semana ha sido la confirmación sin ambages de que el terrorista narcotraficante y jefe supremo de las cuadrillas de vándalos, ilustre guerrillero Timochenko, ha cogido la costumbre de pasearse como Pedro por su casa, tanto por todo el territorio colombiano como el de nuestros vecinos venezolanos, desafortunadamente manejados por una manotada de dementes a quienes ningún país democrático ha sido capaz de ponerles el tatequieto.

Los paseos del gran jefe van encaminados, según el gobierno, a reunirse con sus compinches en La Habana dizque para revisar cómo van marchando las estrategias de unas conversaciones que no llevan sino la pendejadita de cuatro años de idas y venidas, sin haber llegado a ninguna parte, fuera de la intensidad que van tomando los hechos de violencia con que nos siguen azotando los narcoasesinos.

Dentro del grupo de los políticos, que como gran sanedrín actúan siempre en función de defender y respaldar las actuaciones de Santos, tengo la idea de que el único miembro del gabinete ministerial que ha tenido los cojones de dar declaraciones claras en contra de los narcotraficantes, rechazando con berraquera los múltiples cobardes ataques contra la población civil, y los ataques aleves contra los miembros de nuestras fuerzas armadas, ha sido el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón. Ojalá sus actuaciones, que tienen un fuerte tinte de patriotismo en medio de el mar de mediocridades que nos rodea, no vaya a ser solo una estrategia para cubrir con un manto de hipocresía los errores y las reculadas de un gobierno que sobre un asunto tan vital para los colombianos viene de tumbo en tumbo.

Me alegraría, como he comentado varias veces, que los viajes de Timochenko sean para arreglar su partida a cambiar de forma de vida en los países nórdicos, como lo están haciendo sus compinches. Sigo pensando que con las fortunas que han ganado las Farc y los otros sediciosos, sus jefes, que son los que manejan estas fortunas, no van a ser tan pendejos de volver a meterse en la selva a que los pique el Chikunguña, o los coja el ébola y les dé tres vueltas, cuando pueden estar tomándose tranquilamente sus daiquiris rodeados de lindas mujeres en la Costa Azul o en las playas de Cuba.

Eso que dice el gobierno de que el proceso está avanzando, y que por eso el simpático Timo está viajando a La Habana para afianzar la paz, no se lo cree ni el mismo Santos, pero como estamos en sus manos, vamos a tener que comulgar con ruedas de molino y seguir creyendo tantas bellezas como las que nos están metiendo con bitoque.

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Estoy seguro que la mayoría de la gente del común, como yo, no tiene ni idea de qué se trata un tal tribunal de aforados, cuya conformación está copando casi todas las sesiones del Congreso. Claro que para los que no somos ni abogados ni políticos, y mucho menos leguleyos, nos tiene sin cuidado si es Barrera o Benedetti, o el mismo diablo el que integre este nuevo congresito destinado a hacer lo mismo que hace el tribunal que usan los congresistas para juzgarse y absolverse ellos mismos, y que siempre, como lo reconocen ahora, ha sido un fracaso. Es que ya se puso de moda y así se demuestra, que en la nueva reforma de la justicia patrocinada por el gobierno seguirán siendo los mismos congresistas los que juzguen a sus colegas, pero peor aún, será el mismo presidente el que escoja quién lo debe juzgar en caso de una falta.

No, qué carajo, todo esto marcha muy bien y no debemos preocuparnos por nada para evitar dolores de cabeza.

P.D.: La felicidad no se trata de tener lo que quieres, sino de querer lo que tienes.