Nuestro bello país ocupa uno de los primeros puestos en lo que al extraño mundo de Subuso se refiere. Desde que estaba muy niño, y esto hace muchos años, los Hermanos Maristas me enseñaron que por nuestras selvas y montañas corrían ríos de leche y miel, el oro era un metal que se encontraba por donde uno pasara, las esmeraldas, además de ser las más puras del mundo eran explotadas de una manera tan simple que los campesinos no se preocupaban mucho por buscarlas, porque su precio no lo ameritaba. Los diferentes climas eran otro de los muchos regalos de Dios y solo, muy de vez en cuando, teníamos que sufrir algún castigo del demonio.
Cómo sería la cosa que el mismo San Pedro un día se le quejó al Señor por la preferencia con que nos estaba tratando, pues al resto de humanos no les iba tan bien que digamos. El Padre le contestó que tuviera paciencia, que ya vería la clase de gentecita que pondría a vivir en este paraíso. Y efectivamente cumplió con su palabra y nos puso a vivir con los actuales políticos criollos. Desde entonces todo el mundo se maravilla de ver como aguantamos las barbaridades con que convivimos.
En conversaciones con amigos extranjeros que pasan por estas tierras, no se cansan de comentar lo extraño que les parece nuestro singular sistema de vida. La mayor incógnita que tratan de dilucidar es el inaudito premio Nobel de la Paz otorgado al presidente Santos. Aunque nosotros estamos acostumbrados a las cosas raras, el hecho inverosímil de que solo un 20% de colombianos han aprobado esta distinción, cuando todos deberían sentirse orgullosos de un premio de esta clase para un coterráneo, es lo que más les llama la atención. Entonces viene la parte difícil de explicar, que una cosa piensa el burro y otra el que lo va arriando.
Los colombianos no estamos satisfechos con que Santos hubiera sido merecedor de una distinción con que se han premiado una pléyade de personajes que dedicaron su vida a darle una valiosa ayuda a la humanidad.
Lo que pasa en Colombia, incluyendo el resbalón con que vamos rodando cuesta abajo en la economía, en los enfrentamientos políticos en un país polarizado, la putrefacción causada por la corrupción, la entrega a los subversivos, y ahora para coronar el meternos en el lío de cambiar la Constitución acudiendo a estrategias ilegales y politiqueras, terminará todo por agravar nuestra situación.
Mucho piensan que el futuro nos está aproximando demasiado a nuestros pobres vecinos venezolanos, y eso no estamos dispuestos a tolerarlo. Es hora de salir a las calles y hacer una buena espulgada de políticos, dejando los que verdaderamente sean honrados y trabajen por el país, destituyendo a una buena cantidad que ya ni en las cárceles los reciben.
Es muy extraño este mundo de Subuso, tenemos que darle una valiente vueltacanela para enderezar el camino, antes de que una solución deje de ser posible.
P.D.: El pesimista es aquel que entre dos males, escoge ambos.
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