La educación implica reflexiones tan apasionantes que dan para todo tipo de análisis, anécdotas, ilustraciones, cuentos, y para una serie de exageraciones, mofas, ridiculizaciones, sátiras y, hasta bromas de mal gusto; recordemos algunos:

* Los niños en la escuela algo aprenden, a pesar del maestro.

* Los niños nacen sabios, la escuela los embrutece.

* Quien nada aprendió, a enseñar se dedicó.

* Las aulas escolares, son jaulas de adiestramiento.

* Los niños son felices hasta cuando llegan a la escuela.

* En la escuela los niños pierden la curiosidad y las ganas de aprender.

* Si deseas ver a tu hijo triste, llévalo a la escuela.

Son solo una muestra de esas expresiones, que unidas a muchas más, han elaborado un tejido de descrédito y mala imagen de la escuela y de sus maestros, quienes han permanecido indefensos ante esta oleada social, no de crítica sino de burla, porque dicho sea de paso, los asuntos de la educación y de la escuela, por su naturaleza misma, deben ser objeto de análisis y crítica permanentes y, a ello, nos sometemos los actores cotidianos del escenario educativo, por lo tanto, solo aludo a las expresiones de burla y de mofa.

Considero que no es justo con los maestros y con la escuela que su noble tarea y su encomiable labor sean valoradas bajo la lupa empañada, rastrera y perversa del maltrato y la desconsideración; como en todas las profesiones, carreras, oficios, artes, actividades deportivas e instituciones existen, infortunadamente individuos que los desacreditan y los niegan con sus prácticas; a ellos, los juzgará la historia, las leyes y la providencia divina; los propósitos de la educación, la misión de la escuela y la vocación de maestro son nobles por esencia y una actitud, solidariamente humana y patriótica, es avivar positivamente estos caminos teleológicos y asumir posiciones constructivas frente a sus aplicaciones y desarrollos; no cooperemos entonces, con la desfachatez de la burla y la ridiculización que pretende empequeñecer esa nobilísima vocación.

Seguidamente, pienso que la escuela es como la vida misma, es una película en la cual su rodaje está matizado por un variado número de momentos, expectativas, sentimientos, frustraciones, encantos, sacrificios, alegrías; es decir, existir trae consigo responsabilidades, compromisos, deberes, obligaciones, derechos; a la escuela, como a la vida, se asiste a disfrutar de un cúmulo de derechos, pero igualmente, a dar cuenta de compromisos, obligaciones y deberes. De ahí que las tristezas, las angustias y los fracasos, no son solo manifestaciones que pueden darse en la escuela, son propias de la vida; vivir trae consigo esa posibilidad, la escuela es solo un escenario donde eso puede acontecer y hacerse visible, igual puede suceder en la familia, en el trabajo, en el barrio, en el grupo de amigos, en el equipo de fútbol, en fin, dondequiera que habite el ser humano habrá sensaciones adversas y difíciles, como por supuesto, también se podrá abrazar el éxito, sentir las caricias del triunfo, el bienestar de los logros, la satisfacción por los reconocimientos obtenidos.

Finalmente, los invito a vivenciar la expresiva máxima del pedagogo mexicano Miguel Rojas Sánchez: "La educación es el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida".

Ese vestido tiene sus costos, sus sacrificios, sus largas jornadas de confección, su precio, la dificultad para conseguir la tela, …pero, igualmente habrá situaciones que dan cuenta de su bienestar y comodidad, de su elegancia, de sus colores, de su armonía y de la admiración que despierta; así, son la escuela y la vida; tienen infatigables jornadas; exigentes retos, abrumadoras tareas; sin embargo, se visten de bellos momentos, de agradables encuentros, de generosos resultados y de tiernos y solidarios rostros que nos permiten vivir con esperanza e ilusión…