La tragedia chapecoense creó tal conmoción que ha unido sentimientos internacionales y manifestaciones de afecto y dolor inigualables. Más allá del campeonato esperado, en el fondo subyace una pregunta por la vida, por la muerte y por la historia. Hacemos planes para el día siguiente con la certeza de poderlos realizar; sin embargo, a cada minuto debemos estar preparados porque no sabemos el día ni la hora.
Este tiempo de Adviento es otra oportunidad para adquirir la mentalidad de la “preparación constante”. Nuestros abuelos nos han enseñado sabiamente: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Así podría entenderse la llamada que nos hacen las lecturas de la Palabra de Dios hoy: No dejes la conversión para mañana: “Conviértanse [ahora] porque el Reino de los cielos está cerca”.
Jesucristo es el único que puede darnos la paz: “La Paz les dejo, mi Paz les doy”. Esta paz no la puede dar el mundo. Ya nos podemos dar cuenta cómo en búsqueda de la paz, cada uno persigue sus propios intereses y de muchos modos se pretende la figuración y el protagonismo, a tal punto que se torna imposible lograr la paz con diálogo si no se desarman los corazones y se asume la actitud que en este tiempo nos ha enseñado Juan el Bautista: “Que Él crezca y que yo disminuya”. Disminuir es morir, es renunciar a mi yo para que el otro viva. Caminamos siempre buscando el reconocimiento de cuanto hacemos para recibir aplausos y felicitaciones, cayendo en la “vanagloria”, lo que es inútil y sin sentido.
Es por esto por lo que es necesario, en este desierto, anunciar como Juan el Bautista: allanen los caminos, bájense de las montañas de la soberbia y permitan que lleguemos a la humildad de la cruz, para que nos convirtamos en servidores los unos de los otros y no busquemos solo el bien de nuestros hermanos. Que seamos capaces de morir a nuestros intereses y descubrir el bien que el Padre Dios ha colocado en cada uno de los habitantes de este hermoso país. Que valoremos los dones que tenemos y nos dejemos llenar de la esperanza que trae este tiempo de Adviento, para que en nuestras familias podamos transparentar el anuncio profético de Isaías: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño será su pastor”. Imágenes que nos dan a entender la verdadera paz y la sana justicia que, si llegamos a aceptar a Jesús recién nacido dentro de nosotros y de nuestros hogares, reinarán con vehemencia en nuestra existencia.
Lamentablemente la Navidad la celebramos, habitualmente, entre riñas, en medio de licor, desórdenes sexuales, mentira, consumo exagerado, etc. ¿Cómo te estás preparando para celebrar la Navidad? ¿Tienes conciencia de la riqueza que trae este tiempo para tu vida? ¿Qué actitud asumes ahora sabiendo que se acerca nuestra verdadera Paz?
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral
Vocacional y Movimientos Apostólicos
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