Rubén Darío García Ramírez, Pbro.*

Isaías 62, 1-5; Salmo 95; 1 Corintios 12,4-11; Juan 2, 1- 11

El Evangelio nos narra la invitación hecha a Jesús y a María a unas bodas en la población de Caná de Galilea. Se esconde debajo de esta Palabra un secreto maravilloso que es buena noticia para ti y para mí, hoy. Es de notar unos detalles importantes y captar su significado. El problema que se presenta es que se está acabando el vino.

Si lo pensamos en nuestro contexto de las fiestas, esto no sería realmente grave. Pero ubicándonos en el momento histórico es muy importante, considerando que las fiestas de bodas duraban ocho días y que los novios tenían grave responsabilidad con los invitados por los presentes o regalos que les llevaban. Se crea una situación de verdadera angustia y María, intercediendo ante Jesús, se convierte en una voz de esperanza y de confianza que pide ayuda. Lo que

desconcierta al escuchar el relato, es la respuesta de Jesús: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”.

Esta respuesta envuelve varias dificultades: ¿Por qué Jesús se dirige a su mamá con el término mujer? ¿A qué hora se refiere Jesús? Para resolver estas cuestiones es necesario dividir la vida de Jesús en tres períodos. El primero corresponde a aquel que llamamos vida oculta, durante la cual María es la madre de Jesús y actúa como tal con todas sus consecuencias. El segundo comprende la vida pública y en ella Jesús quiere actuar dejándose guiar únicamente por la voluntad del Padre. No admite interferencias de nadie, ni siquiera de su mamá. Este período comienza precisamente en las bodas de Caná de Galilea.

Es por esto por lo que Jesús se dirige a su madre con palabras que suenan como a una ruptura entre ellos y que podrían ser traducidas como: “cesa de intervenir en mi vida”. El tercer período comienza con la Pasión, y María aparece de nuevo al pie de la cruz. Debe notarse entonces que, en este Evangelio, María aparece sólo aquí, al comienzo de la vida pública de Jesús y al pie de la cruz, precisamente al final de la vida pública de Jesús. Podríamos notar también que, en los otros evangelios, cuando aparece María en la vida pública de Jesús, su expresión tiene alguna restricción, por ejemplo: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”.

La razón que Jesús da a sus palabras es que “aún no ha llegado su hora”. Generalmente se comprende la hora de realizar milagros; pero en realidad se trata de otra hora: “la hora de la Pasión”. Así comprendemos: “María no debe intervenir hasta que llegue la hora” y, por lo mismo, María reaparece al pie de la cruz, es decir, cuando ya ha llegado su hora. Y es más, Jesús se dirige a su madre llamándola mujer en dos ocasiones: en las bodas de Caná de Galilea y al pie de la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.

Pensemos aquí en la primera mujer, Eva, y en la nueva Mujer, María. Captamos el sentido de la nueva creación, ha llegado la hora de la redención: la muerte será vencida en la cruz y será posible amar por la resurrección, donde llegará el tiempo de la abundancia, de la paz, de la felicidad.

Aquí entendemos la abundancia del vino nuevo. El agua, era destinada a la purificación de los judíos. El Evangelista nos quiere decir que el rito de purificación con el agua es ineficaz y que será sustituido por el vino de la nueva alianza. La abundancia del vino (más de 500 litros), indica la presencia del tiempo de la vida feliz, esto es, de la salvación. La abundancia del vino indica la llegada del último tiempo. Es por esto por lo que en este primer signo, Jesús manifestó su gloria; es una epifanía, una manifestación de Dios en Él, una manifestación que nos lleva a “creer en Él, en su persona y en su mensaje de vida”. Él es el único que puede sacarte de tus angustias y desolaciones aquí y ahora si crees en Él. Piensa en esto: si María logra la acción de Jesús antes de llegar su hora ¿cuánto más podrá lograr su intercesión ahora en el tiempo de su hora? Por María a Jesús.

Miembro del Equipo de Formadores en el Seminario Mayor de Manizales.