Este cuarto Domingo de Pascua tiene un énfasis especial: se celebra como el domingo del Buen Pastor. Las lecturas nos conducen a detenernos en la figura de Cristo Buen Pastor. “Él da la vida por sus ovejas”, ve venir al lobo y lo enfrenta, así su cuerpo resulte desgarrado. Jesucristo ha vencido la muerte en la cruz, cargando sobre sí todas nuestras enfermedades: “En sus llagas hemos sido curados”. Él se ha convertido en la piedra angular sobre la cual se edifica toda la Iglesia: “Somos su pueblo y ovejas de su rebaño”.
El lobo es el enemigo que busca destrozar a las ovejas para ir contra Dios mismo: “Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo” (Sab 2,24). Esta muerte es la incapacidad de ser feliz, es la imposibilidad de amar. A causa del engaño producido por la mentira primordial: “Dios no te ama” (cfr. Gn 3), el ser humano ha caído en la muerte, es decir, su vida se le ha vuelto un peso difícil de cargar; el trabajo muchas veces le produce tedio y cansancio sin par; los días pasan como una rutina frenética sin esperanza de detención; el amor se tornó esclavitud y dependencia expresada en una amargura permanente cada día. El lobo, por su engaño, causó el daño de los tres altares.
Hace ocho días mencionamos el altar de la Eucaristía. Existe otro altar sumamente importante para la vida: el comedor. No hace mucho que compartíamos la mesa algunas o todas las horas de la alimentación; contábamos anécdotas y hasta el niño pequeño esperaba este momento para contarle a papá cuanto había acaecido durante el día. Esto facilitaba el conocimiento mutuo, fortalecía la vida y hasta resolvía problemas; pues todos opinaban y juntos encontraban la solución. El engaño ha llegado hasta poner en medio del comedor el televisor. Es el que atrae la atención; no deja hablar de lo que podría ayudar a la vida cotidiana. Te llena de información y te entretiene con farándula. La vida íntima familiar se ha fracturado. El padre o la madre interrumpen a su hijo cuando quiere compartir algo del colegio: “se le calla bruscamente aduciendo que debe escuchar las noticias. Y qué decir cuando en la mesa cada uno está “chateando” con su celular. ¿Has visto cómo ya ni se habla?, basta ver lo que sucede con el whatsApp, siendo algo muy útil, al no usarlo bien, puede llegar a romper la comunicación. La paz y la alegría se han perdido: el enemigo se ha salido con la suya.
Lamentablemente, también ha abordado la vida íntima en el matrimonio. Por el sacramento, la relación sexual, es santificada. Ella es sagrada, ya que es el medio de expresar el amor y procrear la vida. El enemigo de Dios ha engañado a la pareja y les ha cerrado a la vida. Les ha sembrado el miedo a tener los hijos, debido a la falta de dinero para sostenerlos. Le ha despertado a la pareja un “acostumbrarse” a estar juntos y hace tiempo que comparten la misma cama con cobijas separadas. No pueden manifestarse el amor. O a lo mejor, el matrimonio ya duerme en camas separadas y lo único que sostiene la unión es el hijo.
Detrás de todo esto existe la muerte. Es necesario dejarse resucitar, para volver a la vida; para salir de la tumba que hace tiempo ‘le hace oler mal’. Es por esto por lo que necesitamos acoger la Palabra de Dios, esto es, a Jesucristo mismo para que venciendo esta muerte puedas obtener de nuevo la vida y ser plenamente feliz.
Hoy es la 52 Jornada de Oración por las Vocaciones. La vocación común es a la santidad. Necesitamos nuevos matrimonios santos capaces de arriesgarse a vivir una vida llena de Jesucristo para dar vida a otros hogares. Pedimos nuevos sacerdotes santos y sabios, capaces de anunciar la buena noticia del Evangelio a todos y nos urge religiosas y religiosos santos, que nos muestren desde ya la vida feliz que se nos ha prometido. Te pido humildemente una oración también ahora por la vida consagrada. Dios te recompensará.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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