Cierto es que a ti te preocupa bastante el futuro. Buscas asegurarte la vida. Trabajas pensando en la vejez y temes no tener seguridades cuando ella llegue. Tienes miedo a la enfermedad y alejas permanentemente los pensamientos sobre la muerte, pues quisieras pensar que ‘la pelona’, como muchos la llaman, será cuando tengas 105 años. Ante estas preocupaciones, procuras, por ejemplo, ‘acumular mucho ahora’ y obtener una buena pensión para recibir tu salario cuando cumplas la edad y el tiempo de trabajo. Y de esto, haces depender tu vida.
Si pones atención, estás trabajando para la muerte, no para la vida. Te falta disfrutar lo que hoy tienes y te preocupas, más de lo normal, por lo que no tienes. De esta manera… te estás perdiendo la vida. Necesitas aferrarte a un puerto seguro que te dé sentido, tener la certeza de que nada te faltará cuando te marches y que aquello que te espera… es la seguridad verdadera.
Hoy la Palabra entonces trae una gran revelación para ti: ¡No tengas miedo!, porque Dios Padre se ocupa y se ocupará de ti, pues tendrás casa para siempre y participarás de su Reino, el cual no tendrá fin. Si aceptas su casa y su Reino, Él te pondrá en paz con todos tus enemigos y, como un buen árbol, te plantará para que vivas en Él, sin sobresaltos, es decir, sin preocupaciones por lo que vas a comer o por lo que vas a vestir, pues tú vales más que la comida y el vestido: hasta los pelos de tu cabeza ya están contados.
Aceptar su Reino, es aceptar a Jesucristo, su manera de vivir y de amar. La Virgen María es la expresión de la humanidad que se mantiene abierta ante el misterio de Dios y concretiza la esperanza de Israel y de todos los pueblos que buscan su verdad y su futuro. También es la realidad del ser humano enriquecido por Dios, como lo muestran las palabras del saludo del ángel: “El Señor está contigo”, “has encontrado gracia ante Dios”. Desde este punto de vista, María se convierte en la figura del Adviento, en signo de la presencia de Dios entre los hombres. Ella es la humanidad que simplemente ama y espera; la humanidad que acepta a Dios, admite su Palabra y se convierte en instrumento de su obra.
María es la fe. Si tú y yo como ella, logramos decir sí a la voluntad de Dios, es decir, abandonarnos en sus manos diciendo hágase en mi según tu Palabra, sin reservas, sin condiciones, como quien firma un cheque en blanco, dispuesto a que Dios le ponga la cifra que Él quiera, entonces, experimentaremos la libertad frente al futuro; se nos quitarán los miedos, trabajaremos y obtendremos los beneficios del trabajo presente, pero sin depender, sin convertir el futuro en nuestra seguridad. Si llega la enfermedad, por la fe, la veremos también como una bendición y cuando vaya entrando la vejez, disfrutaremos de ella, nos gozaremos y aprovecharemos la experiencia de los años vividos y… al final, cuando llegue la hora del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis —como dice el poeta Antonio Machado— ligero de equipaje como los hijos desnudos de la mar.
Feliz Navidad
Miembro del Equipo de Formadores
Seminario Mayor de Manizales
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