"[...] nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerlo y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía". Esto lo dijo Bolívar, en 1819, cuando pronunciaba su famoso discurso del Congreso de Angostura en el ámbito de la independencia de Venezuela y Colombia. Señalaba, El Libertador, la importancia de que las instituciones debían responder a las necesidades propias de sus sociedades sin pensar en modelos traídos de afuera.
Pero en este discurso, de una hora, hay un elemento que a mi juicio es de una altísima trascendencia: a los tres poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, él le agregaba un cuarto: el Poder Moral, con la idea de enaltecer el imperio de la virtud, lo que permitiría que quienes ejercen la política deben ser ante todo seres probos, además de ilustrados.
Hay aquí dos ideas centrales para una democracia: la idea que se impuso desde el año 2009, cuando 14 países en América Latina (de los 19) permitieron que sus constituciones le dieran luz verde a la reelección presidencial, bajo el argumento de que se trataba de premiar el buen desempeño de los gobernantes. No obstante, en el caso colombiano (es necesario aclararlo) desde el 2004 se institucionalizó la reelección inmediata del Presidente, sin dejar de mencionar que a partir del 2008, muchos insisten en que se dé la posibilidad de que la reelección cobije un tercer período. Esto, por supuesto, es de largo aliento en el debate público.
Y la segunda idea, sea que haya reelección o no, es que quienes cojan las riendas del gobierno de una ciudad o de un país, sean ediles, concejales, diputados, alcaldes, gobernadores, congresistas, presidente, deben tener la marca de la honestidad, la decencia, el respeto, la justicia…, de todos aquellos valores que hacen que una democracia sea sostenible. Digo que la esencia, la naturaleza de la vida está sustentada en la moral, es la moral misma. Fortalecerla es indispensable para asumir la inmensa responsabilidad de tomar decisiones autónomas que siempre terminan por afectar, bien o mal, a los demás ciudadanos. Quienes aspiren a ser gobernantes tienen que saber que el poder de la moral les debe permitir reconocer que antes que líderes políticos, son seres humanos que están al frente de seres humanos; deben comprender que los otros son el hontanar de su propio conocimiento y que ellos son el camino para hacer bien lo que tienen que hacer. Punto.
Todo esto para decir, que me parece significativo que estemos escuchando en nuestra región que se están buscando los futuros gobernantes; algunos incluso dicen que todo parece indicar que habrá que buscarlos con lupa, porque no se les ve. Yo digo que sí los hay, que aquí en Manizales y en Caldas los hay, y no son pocos. Si algunos de ellos deban volver a estar en la foto, no lo sé; quizás sí; no me cierro a pensarlos. Pero en lo que soy enfático es que debemos creer más en nosotros, confiar más en que nuestros futuros ediles, concejales, alcalde y gobernador aunque no los veamos -quizás porque no queremos- están ahí. Conozco a muchos a quienes les daría mi voto de confianza. Y no estoy pensando en aquellos que hablan duro y que siempre aparecen en los medios de comunicación porque éstos se encargan de entrevistarlos una y otra vez, así terminen diciendo nada importante (de tanto aparecer ni siquiera se dan cuenta que repiten lo mismo de siempre). Así es. No estoy pensando en esos líderes a los que se les denomina carismáticos; éstos no me gustan, crean su propia arrogancia y terminan envueltos en un gran manto de egolatría y vanidad.
Veo, aquí, a hombres y mujeres en nuestra región con capacidad de reflexión y de establecer cambios a partir de la responsabilidad compartida, considerando las infinitas virtudes de la vida cívica, con ganas de recuperar el sentido ético de la política y crear propuestas a partir de decisiones en función del bienestar de los manizaleños y los caldenses. Veo hombres y mujeres capaces de atreverse a salir de sus propias rutinas cómodas y de ejercer una política incluyente y solidaria. Créanme: sí los hay. Aquí están. Y no necesitamos lupas.
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