Uno esperaría que el “mercado”, ese oráculo dizque infalible y no menos cruel que prima en estos tiempos en donde la razón pareciera no tener cabida, fuera creado por los medios de comunicación, por los periodistas. Pero no, lo que ha ocurrido es justamente lo contrario. La Bolsa, esa herramienta en donde se ven subir y caer las acciones de los inversionistas, mueve pendularmente la información noticiosa y hasta de opinión de los periodistas y de los medios. Me atrevo a decir que la crisis que atraviesa el vasto mundo del periodismo, con medios y todo, abordo, se materializa en la pérdida del favor del público: hay pérdida de credibilidad, de autoridad, de información, de despliegue noticioso. Grave asunto, máxime porque algunos vemos que muchos medios y periodistas por lo que abogan es por el despliegue de proyectos ideológicos y partidistas. No somos necios. Lo vemos y lo sentimos. Sin embargo, también creo que las crisis realmente son excelentes oportunidades para re-pensar-se, para rediseñar estrategias en los modelos comunicacionales e informativos. Es fundamental que se disminuya la arrogancia y la prepotencia de algunos medios y de muchos periodistas que trabajan a espaldas de la ciudadanía y no tienen en cuenta las iniciativas de participación y de opinión de los ciudadanos de ‘a pié.’
Por supuesto, no soy periodista, pero después de varias conversaciones con algunos de los profesores del programa de Comunicación Social y Periodismo de la U. de Manizales, les he aprendido que una de las funciones misionales del periodismo y de los medios es diseñar estrategias comunicacionales e informativas que permitan y faciliten acercamientos de la vida política a la ciudadanía. Y no veo que eso esté pasando. Muchos han tergiversado esta tarea misional.
Y les he aprendido, también, que debido a esta tergiversación perversa en el manejo informativo, han surgido, por fortuna, medios alternativos que adquieren un mayor protagonismo en la medida en que responden por la exigencia que hacen los ciudadanos de una mayor participación en los asuntos de la cosa pública y no desean estar más marginados de la civilidad. Quizás los grandes medios lo que deben ponerse a pensar es que estos medios alternativos, estos periodistas que trabajan en clave de crear mercado (y de no resignarse a que el mercado los cree a ellos) estén diseñando otros modelos de medios y de formas distintas de hacer periodismo, so pena de que se conviertan, aquellos, en muertos insepultos.
Confío en que medios y periodistas, que conmemoraron ayer, 8 de febrero su tradicional Día, hayan reflexionado sobre el hecho de que la verdad debe seguir ocupando el sitial que les corresponde cada vez con mayor enjundia, sobre todo porque su compromiso, desde el pensamiento crítico, debe ser condición sine qua non para alcanzar esa irrenunciable finalidad de estar al servicio de la construcción de una industria cultural y del fortalecimiento de la democracia y de la ciudadanía.
Desde este espacio quiero que los periodistas de esta ciudad y de este país reciban un abrazo solidario. De hecho no es fácil su tarea. Su responsabilidad es tan vital como la de comprender que la ciudadanía requiere un periodismo que aprenda a seleccionar y jerarquizar sus fuentes de información y conocimiento. Me parece que no deben olvidar que los ciudadanos pueden -y deben- seleccionar sus medios de confianza, creer en los especialistas que les expliquen de manera sencilla los temas más complejos y áridos.
Medios y periodistas deben aprender que los ciudadanos son su mayor referencia para la búsqueda de información, orientación y entretenimiento.
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