Fue ministro, senador, representante a la Cámara y diputado de Caldas. Pero, creo que quizás lo más importante, es que fue un hombre -abogado, por demás- de muchas letras: 128 libros publicados y unos 40 más que dejó en busca de editor, lo prueban. Fueron 94 años bien vividos y bien escritos. ¡Qué ejemplo para los académicos de nuestras universidades!
Otto Morales Benítez, un hombre versado en la historia de esta América Latina tan nuestra, tan de todos, la pensó y la vivió desde lo que bien podría considerarse como su mayor diversidad: el mestizaje. Para él existe una corriente cultural mestiza en todo lo que hacemos y somos: en la religión, la comida, el vestido, al igual que en la música, en el fútbol mismo, y hasta en la manera como enamoramos a nuestras mujeres. Y todavía más: el diablo, ese personaje vital de los carnavales de la tierra que lo parió, Riosucio, se convirtió en un ser mestizo, sensual, alegre, bonachón.
Pensaba Otto que ser latinoamericano era echar raíces como mestizos. Tanto que las guerras de Independencia las hicieron los mestizos y no los criollos, éstos, lo dijo muchas veces, no pelearon, terminaron, por miedo, siendo cómplices de los españoles.
Las veces que Otto visitó nuestra casa de estudios, se oía en todos los pasillos y aulas su gran carcajada. Era el sello de su personalidad la que lo mantenía como el centro de atención en todos los lugares. Imposible dejar de ver a ese hombre de tez mestiza, viviendo y escribiendo sobre lo que somos y no somos, como fiel testigo de casi un siglo de existencia de los mayores acontecimientos en Colombia.
Mucho se habla de su también prolífica participación en el ejercicio político del país. De estirpe liberal y demócrata, pero sin los vicios de la mezquindad y la felonía, propias de muchos de quienes hoy detentan el poder y lo sufren. Desde mi prejuicio, que bien que no cayó en la trampa de aspirar a la Presidencia de la República, con seguridad hubiéramos perdido a un gran pensador, virtud que tanta falta nos hace. Su pensamiento crítico lo llevó a apoyar el proceso de paz en una comisión que conformó el Presidente Betancur, y de la cual renunció diciendo que era fundamental rechazar el escepticismo y el pesimismo beligerante, y que era menester no aceptar a los enemigos de la paz que se agazapan por dentro y por fuera del Gobierno.
Otto, el endiablado encantador, nos dejó un legado que debemos mantener siempre presentes: su vasto magisterio sobre el mestizaje, lo cual conlleva la obligación de seguirnos pensando desde lo más hondo de nuestras raíces.
Otto Morales Benítez se nos fue, pero se queda con nosotros la memoria de un hombre que con su risa, que se escucha en toda la América Latina, nos contagia y nos llena de alegría el alma al permitir que nos reconozcamos en nuestra mayor diversidad: el mestizaje.
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