Asistimos desde el pasado lunes 9 y hasta mañana viernes 13 a la VII Conferencia latinoamericana y caribeña de Ciencias Sociales, Clacso, en la bella ciudad de Medellín. Una actividad académica que, en esta oportunidad, reunió a por lo menos a 30 mil participantes quienes hemos tenido la oportunidad de escoger entre 260 paneles con la idea de pensar y conversar sobre temas tan necesarios los modelos de desarrollo, la pobreza y la inequidad, los problemas de género, las políticas públicas de niños, niñas y juventud, la educación.
Seguimos en la idea, desde Clacso, como institución no gubernamental creada en 1967, y que en la actualidad reúne a 432 centros de investigación en los vastos campos de las ciencias sociales y las humanidades, de continuar pensando en la identidad de América Latina, en sus sempiternos procesos de transformaciones democráticas y, por supuesto, en el proceso de paz que se adelanta en Colombia desde La Habana.
Por supuesto, además de la relevancia que per se tiene esta VII Conferencia, la trascendencia se ve todavía más enriquecida con la presencia de los ex-presidentes José “Pepe” Mujica y a Luiz Inácio Lula Da Silva. Cuando escucho a Mujica, en la sencillez y profundidad de sus palabras, renace en mí la esperanza de que si queremos podemos pensar y materializar el ya viejo sueño de lograr un pos acuerdo con las Farc (y con el Eln, claro), que nos facilite construir un desarrollo sostenible que sea incluyente, solidario y equitativo, sin dejar de sostener el respeto por los que somos diferentes (aunque, como lo dije hace poco en este mismo espacio, no creo que seamos tan diferentes, diversos sí, por obvias razones).
Y oigo a Lula decir lo que tantas veces ha dicho (y que espero lo siga haciendo) respecto de la integración latinoamericana. Está convencido de que hay infinitas posibilidades de construir, desde Suramérica y el Caribe, un nuevo orden político y económico global más justo, equitativo y equilibrado. Y qué oportuno que lo repita aquí en la VII Conferencia de Clacso, porque justamente para eso es que nos reunimos quienes le apostamos, desde el pensamiento crítico que emana de las ciencias sociales y las humanidades, a darle luz verde a un gran relato integrador con el que aprovechemos nuestras inmensas riquezas históricas, culturales y biodiversas, y potenciemos la dignidad de la vida de por lo menos 600 millones de latinoamericanos.
Es un privilegio poder escuchar, sin intermediarios, a estos dos nuevos viejos íconos de la identidad en América Latina. Sueño un país con muchos Mujicas y muchos Lulas. Hombres tercos y no menos amorosos y comprometidos con darle contenido a la vida; sencillos y eternamente profundos. Como lo ha dicho tantas veces Mujica: “Tengo un fuego adentro ante la injusticia social. Aquel fuego adentro que tuve en mi juventud es el que nos permitió llegar hasta hoy.”
Se me ocurre pensar que este fuego interior quizás sea el que les falte a nuestros dirigentes políticos. No creo que debamos poner en duda que en Colombia el ejercicio de la política no es muy creíble. Nos hacen falta líderes, hombres y mujeres, que se den cuenta, por un lado, que el mercado no debe tener las riendas de la política; y que, por el otro, que deben preocuparse de verdad por las personas, por los ciudadanos. Es fundamental que nuestros gobernantes (incluso los recientemente elegidos) tengan voluntad política y que entiendan, de una vez por todas, en la imperiosa necesidad de construir caminos de integración regional y nacional. Como lo dijeran Mujica y Lula, hay que aprender del pasado: la paz y la dignidad de la política deben ser rescatadas. Por supuesto, el compromiso es de todos.
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