Amparo Sánchez, como gerente del Aeropuerto del Café, retoma este proyecto de la oscuridad del cuarto de San Alejo, donde había sido enviado y lo coloca en el sitio donde debe permanecer hasta su culminación.
Loadas sean las autoridades por tan importante acierto. Amparo Sánchez es una profesional de lujo, ingeniera que honra como ninguna otra su título, de connotada experiencia y sobre todo ama su tierra con fuerza y emoción.
El proyecto del aeropuerto, en sus manos, abre con vigor la esperanza de que un día Manizales se integre al país, y abandone la soledad y marginalidad que le han trazado.
Es seguro que Amparo Sánchez al frente de este maltratado proyecto, despertará las fuerzas dormidas de las gentes de su patria chica, que en alguna parte tienen que estar, porque vienen de antepasados que brillaron en el panorama nacional. Lo mismo a los débiles parlamentarios que, al parecer, no saben todavía para qué fueron elegidos.
El gobierno Santos, ha sido avaro e incumplido con Manizales y espléndido con el resto de las capitales departamentales. Seguramente ha estado vengando la baja votación que tuvo su nombre en las elecciones presidenciales. Pero ahora, parece arrepentirse y el dolor de su arrepentimiento lo ha llevado a nombrar dos ministros oriundos de Manizales. El primero, nunca supo de qué lo habían nombrado ni dónde había nacido, y menos qué tenía que hacer en ese puesto honroso. El segundo, gran alcalde de la ciudad, que sí sabe muy bien lo que tiene en sus manos. El presidente en forma elegante está reivindicándose con Manizales y con Caldas, llevando a uno de los suyos al ministerio preciso, del Transporte. Es obvio que se da cuenta que desde su posición el ministro caldense puede adelantar y casi terminar el aeropuerto del Café. No un aeropuerto cualquiera para salir del paso. Un aeropuerto con todas las de la ley.
Seguramente nuestro ministro no es muy conocido, por ahora, en las altas esferas del mundo social y político del país, pero su talante y condición ganados al haber sido uno de los mejores alcaldes del país conquistará el ambiente donde se va a mover. El ser de Manizales, le da caché.
Las puertas de ese, su ministerio, con seguridad estarán abiertas permanentemente para Amparo Sánchez, nuestra insigne vocera y gerente para llevar a cabo este proceloso y fundamental proyecto.
Hay que cambiar de tono. Cambiar la quejumbre por la exigencia. El señor presidente de Colombia, el vicepresidente, virtual candidato presidencial de la misma Colombia, ambos con chequera así esta segunda sea derivada, se comprometieron repetidamente a construir el Aeropuerto del Departamento de Caldas y su capital Manizales, ambos también, parte de la República de Colombia. A ellos hay que perseguir hasta el infinito para obligarlos a que cumplan su palabra.
Equivocadamente el señor gobernador y la señora gerente visitaron la Aeronáutica, una entidad técnica sin gerente y que nada tiene que ver con la parte presupuestal. Y al director de la Corporación Financiera que tampoco tiene ver con las asignaciones presupuestales y políticas. Claro, les dieron con la puerta en las narices y repuestas indecorosas como que la región tiene que financiar esta obra pública.
No se puede tolerar que esta frase peregrine por escenarios críticos, porque nuestra región no va aportar un centavo, por la sencilla razón que no lo tiene. Su presupuesto está más que comprometido con lo que le atañe.
El Dorado, el aeropuerto de Medellín, o los de Barranquilla, Santa Marta, Cali, Bucaramanga, Pasto, los innumerables aeropuertos que hoy se están ampliando y remodelando, ¿algunas de esta obras públicas se llevan a cabo con dineros aportados por sus regiones?
En cuanto a los estudios financieros para conocer la rentabilidad de este proyecto, también se les podía preguntar a estos sabios de la burocracia, si los anotados aeropuertos salieron a la vida por efecto de tal rentabilidad. Estas personas que así abordaron y diría irrespetaron a nuestros representantes, no barruntan que lo primero para justificar una obra pública es porque se necesita. Que las obras públicas son las que desarrollan una región y no lo contrario, esperar que una región se haya desarrollado para decretar una obra pública necesaria.
Si las gentes de Manizales, su sociedad y sus parlamentarios no cambian de tono no van a ninguna parte. Es mejor economizar esfuerzos y esperar como los uróboros a consumirse así mismos.
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