El ministro de Hacienda, en uno de los foros y encuentros públicos a los cuales asiste, dijo que ya no era del caso tanta preocupación por el petróleo, porque este producto energético, sustento casi único de la economía del país, estaba desapareciendo de la vida nacional. Es decir, había pasado a ser una quimera. Y que en adelante, Colombia solo tenía dos soportes para vivir y progresar. La industria y el agro.
Es cierto. El porvenir del país no tiene más de qué asirse. Del petróleo hay que despedirse seguramente para siempre. Colombia ha luchado por ser un país petrolero, pero ha sido en vano. Lo encontrado en el pasado se consumió en pocos años. Tiene una empresa, Ecopetrol, que ha manejado el poco petróleo residual, de pozos anteriores, sustentado por los precios internacionales artificiales y momentáneos. Actualmente obsoleta, porque poco es lo que tiene para producir y ese poco con precios en caída libre, acercándose a los que deben ser, diez o quince dólares, por barril. Hay que reiterar que el mundo está inundado de petróleo por encima y por debajo. Amén de la competencia que va teniendo por el avance de los energéticos, cada día más en marcha, como la electricidad, la solar, el hidrógeno por el momento.
Ecopetrol vende lo que produce con pérdidas, a precios inclusive más bajos que los divulgados diariamente por la comunicación financiera. Al país le va mejor cerrándola e importando. Así lo está haciendo México parcialmente.
Los países no productores, con petróleo a estos precios descendentes, están felices porque el costo de su vida empresarial y personal, se ha reducido y se sigue reduciendo. Los dividendos repartidos por Ecopetrol en el pasado, según los rumores de nuestro mundo financiero, salieron en gran parte del patrimonio y no de las utilidades inexistentes. Ahora para su colmo, seguramente tendrá que responder por el desfase de cuatro mil millones de dólares en la construcción de una refinería que compró en ciernes, a precio sideral.
El ministro tiene razón. Adiós petróleo, vivan la industria y el agro. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Y en Colombia este decir es una verdad de a puño. La producción nacional en todas sus dimensiones no conoce la acometividad. Es decir no puede competir con ninguno de sus productos en el mercado internacional, porque es derrotado sin compasión. El café vive cuando los ciclos brasileros permiten. Es un mal negocio para el productor que pierde dinero. Su producción es costosa porque lo que produce por hectárea es bien, pero bien, inferior a los otros países cafeteros. Obtener costos competitivos, necesita muchos estudios genéticos y toma muchos años. También exige sustanciales inversiones gubernamentales.
El resto de la agricultura tiene una realidad que espanta. El censo agrícola lo ratifica. No es tal la bondad de las tierras colombianas. Las arables, que serían las indicadas para una producción competitiva, se reducen a los Llanos Orientales con suelos difíciles y costosos. También a sabanas en el interior del país de tamaños reducidos. Ser eficientes en las laderas de las cordilleras que atraviesan el país es casi imposible. Solo el café parcialmente con gran esfuerzo.
El resto del mundo agrícola tiene una vida personal y un sistema de trabajo vergonzoso. El analfabetismo campea en sus lugares. Sus herramientas de trabajo son de la eras arcaicas.
Con este panorama se pretende que Colombia sea el país que alimente al mundo y que supere la crisis actual.
La industria y sus exportaciones, por la cual se esmeró tanto el presidente Lleras Restrepo, tuvo un abandono de más de quince años que dio al traste con la hegemonía de este vital sector del progreso nacional.
Hay que revitalizarlo. Requiere mucho dinero y más identidad exportadora, perdida en el desierto a la que fue enviada. Su parque productivo obliga una evaluación. Seguramente no está al día y su renovación es obligante. Para obtener productos sofisticados y de alta tecnología exportable se necesita maquinaria de punta. De lo contrario no pasamos ninguna de nuestras fronteras.
Se recomienda recordar al presidente Lleras, quien en circunstancias parecidas, consiguió un crédito con el Banco Mundial, para adquirir maquinaria en los Estados Unidos, con plazos entre 15-20 años, prestados a los industriales a intereses muy bajos con la condición de exportar parte de la producción a convenir. Se revivió la industria y abrieron las exportaciones.
Sería importante pedirle al ministro de Hacienda los programas, con que reactivará estos dos soportes que redimirá la economía colombiana.
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