El 12 de agosto de 2001, seis meses antes de que fuera asesinado, Orlando Sierra publicó en su habitual columna dominical de este diario el artículo "Cogito, ergo ¡Pum!", una nota periodística donde, haciendo gala de un fino humor, expresaba lo arriesgado que era en este país decir la verdad. Tomando la frase del filósofo Descartes, "Cogito, ergo sum", que significa "Pienso, luego existo", el columnista hizo en ese texto una sabia exposición sobre el miedo a denunciar. Después de explicar cómo en Europa alguien escribió un grafiti donde cambiaba el sentido de la célebre sentencia, al escribir "Cogito, ergo ¡Pum!", Sierra Hernández expresó: "¿Dios mío, por qué no me hiciste, como a tantos de esta tierra, un poco más cobarde y resignado? Yo también, lo confieso, le temo al ¡Pum!".
Al lunes siguiente de publicada esta columna, en el Fondo Cultural del Café hubo un acto de presentación de un libro. Recuerdo que allí, en primera fila, estaba Orlando Sierra. Amante como era de todo lo que oliera a cultura, asistía a cuanto acto de este tipo se realizara en Manizales. Al verlo solo, sin protección, al alcance de cualquier sicario, preocupado me le acerqué para preguntarle: "¿No teme que por sus valientes denuncias intenten matarlo?". La respuesta fue contundente: "siento un miedo inmenso los días previos a la publicación. Pero después de que eso sale me armo de valor. Como que se me pierde el miedo". En ese momento solo atiné a repetirle lo que le decía cada vez que lo veía caminando por la carrera 23 o la Avenida Santander: "Cuídese, no se exponga".
Recuerdo todo esto ahora que, por fin, se ha hecho justicia en el caso Orlando Sierra Hernández. Si la tarde de ese 30 de enero de 2002, cuando un sicario disparó contra su humanidad en el momento en que se dirigía a la sede del periódico, la noticia produjo un sentimiento de indignación, la que se reveló la tarde del pasado 24 de junio hizo que cientos de caldenses exclamaran: "¡Por fin se hizo justicia!". Sí, esta fue la reacción cuando se supo que el Tribunal Superior de Manizales había revocado el fallo absolutorio que el Juez Primero Especializado del Circuito de Pereira profirió, el 24 de diciembre de 2013, contra el principal sindicado de ser el autor intelectual del asesinato, Ferney Tapasco González. Ese fallo fue apelado por la Fiscalía General de la Nación.
La condena de 36 años de cárcel contra el dirigente político sienta un precedente en materia de justicia. No habrá, por fortuna, impunidad en un caso donde todo indicaba que iba hacia la prescripción. Se necesitaron trece años para que la justicia hiciera claridad sobre un crimen que desde el primer momento se estableció que tenía connotaciones políticas. No obstante que el autor material fue capturado momentos después de cometido el atentado, y que las personas que contrataron al sicario fueron condenadas, el hilo de la investigación no llegaba al autor intelectual así las pruebas en su contra fueran contundentes. El fallo proferido el 24 de diciembre de 2013 dejó en la opinión pública la sensación de que Ferney Tapasco no pagaría cárcel por este asesinato. El antecedente de diez años vinculado al proceso sin ser capturado ni llamado a juicio así lo indicaba.
En su nota editorial del pasado 26 de junio, El Tiempo calificó de reconfortante el sentimiento que se despertó después de que se conoció el fallo condenatorio contra Ferney Tapasco González como determinador del asesinato de Orlando Sierra Hernández. El editorialista tiene toda la razón. Porque reconforta el ánimo saber que por fin el largo brazo de la justicia recae sobre un hombre que acalló la voz de un periodista independiente, que no tuvo agua en la boca para denunciar sus impedimentos morales. Sobre todo porque Orlando Sierra fue un hombre valiente, que se atrevió a poner en tela de juicio la honorabilidad de un dirigente político que se creía intocable. En Caldas nadie se atrevía a decir nada contra Ferney Tapasco González por físico miedo.
Esta condena contra quien en Caldas fuera un curtido dirigente del liberalismo debe servir para limpiar los partidos políticos de líderes sin principios morales, que no merecen el honor de llegar a una corporación pública. Y para cerrarles la puerta a quienes heredan el caudal de electores, como es el caso de Óscar Tapasco Triviño, hijo del condenado, a quien el propio padre quiere imponer como candidato a la Asamblea. Caldas no puede imitar a esos departamentos donde los condenados por parapolítica siguen teniendo presencia, en cuerpo ajeno, en el Congreso de la República. Ferney Tapasco pagó condena por parapolítica. Mal harían los caldenses en premiarlo eligiendo a su hijo. La memoria de Orlando Sierra Hernández no puede ser profanada con el apellido Tapasco en la Asamblea.
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