¡Por fin! El concepto oficial es que Aerocafé es un proyecto con viabilidad técnica y operativa, lo que acaba de plano con las especulaciones que se han ido volviendo verdad y que mucho daño le han causado al proyecto. Quedan desautorizados conceptos como el de Germán Cardona (para quien el proyecto parece válido solo si es él o sus compinches quienes lo ejecutan), y el de otros pontificadores que han venido satanizando el proyecto con fines inexplicables, pero revestidos de grandes intereses económicos personales.
La tarea ahora es encontrar la forma de financiación. Y este ya es otro cuento. Porque aquí sí tiene que haber un trabajo parlamentario de alto impacto, basado en que Caldas y la región le han entregado, durante decenios, billonarios recursos a la Nación (vía café y electrificación) y tenemos toda la autoridad para reclamar una ínfima compensación que nos permita llevar a cabo la obra. Además, existen inversionistas internacionales interesados en desarrollar proyectos de esta naturaleza y eso nos daría un respiro económico para llevarlo a buen término.
Partir sobre una base de viabilidad del Aeropuerto es partir sobre una base firme que no admite discusiones. Y es partir con un nuevo espíritu fincado además en una gerencia asertiva, aplomada, profesional, discreta y capacitada como la del ingeniero Hernán González Cardona. Todo esto hace que el proyecto cobre nueva vida en la cual no se pueden admitir injerencias del pasado. Los actuales actores tienen que blindar el proyecto de las garras de esos seudolíderes gremiales que se han servido durante años de los recursos públicos para el enriquecimiento personal; tienen que blindarse de las intenciones macabras de reconocidos personajes que, amparados en los gremios (inútiles por cierto) buscan siempre la manera de monopolizar las contrataciones para terminar destruyéndolo todo sin reatos, porque saben que los cubre la impunidad y la complicidad de la sociedad. Es decir, blindarse de las personas que manejaron inicialmente el proyecto y que solo entregaron fracasos y ruinas, y hoy reclaman nuevamente protagonismo.
Pero que el Aeropuerto tome un nuevo aire, no puede significar el olvido de las mezquindades cometidas. La sociedad debe seguir reclamando juicio y castigo para los verdaderos responsables de la debacle presentada. Tenemos que reaccionar, pues nos hemos convertido nosotros mismos en los más grandes enemigos del proyecto. Primero, por indolentes, mediocres y por creer que unos seudolíderes gremiales podrían hacer algo por lo público, cuando en la práctica solo trabajaron para sus bolsillos e intereses; segundo, porque nos hemos dedicado a tapar los desastres cometidos por esos dirigentes, convirtiéndonos en cómplices de la debacle; tercero, porque los hemos cubierto con impunidad y eso los hace sentir con el derecho de continuar manejando el proyecto; cuarto, porque esos mismos personajes se encargaron de destruir las esperanzas, desde el momento en el que les arrebataron el dominio y protagonismo, y prefirieron acabar con el aeropuerto denigrando lo que ayudaron en un principio a diseñar, planear y proyectar, así fuera con errores.
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¡Pobre la nueva gerente de la CCC! Venir con todos sus pergaminos (excelentes, por cierto) con la esperanza de contribuir a esta sociedad, y encontrarse con que la obliguen a heredar odios viscerales, rencillas, pasiones y persecuciones, es algo que no parece justo. Seguramente viene engañada, pues lleva muchos años por fuera de esta ciudad y no se debe haber percatado de la dimensión de las pasiones que se mueven en la dirección de esa Corporación. Estaré esperando su llegada para enviarle copia de las denuncias que hasta hoy esa entidad ha ignorado, a ver qué respuesta obtengo esta vez. ¡Ojalá no se esté haciendo el haraquiri!
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