Mucho hemos insistido en este espacio sobre la pérdida de dignidad, soberanía, institucionalidad y decoro que se ha producido al concederles de nuevo todo el espacio a los criminales de las Farc. Y cada día que pasa se incrementa más la sensación de impotencia ante las arremetidas terroristas que tienen como respuesta el silencio del Gobierno Nacional y la concesión de nuevos privilegios.
Lo último que nos toca vivir son las amenazas directas proferidas por los bandidos que descansan hoy en La Habana, y que abusan de la debilidad de un gobierno ciego, sordo y mudo para seguir ganando terreno. ¿Cómo así que tenemos que aguantar silenciosos que se nos diga que en los próximos días se acrecentarán los atentados en contra de soldados y policías, y la destrucción de nuestra infraestructura? Nos hace recordar los peores días de Pablo Escobar. Aunque, viéndolo bien, la diferencia no es mucha: al fin al cabo los terroristas farianos también solo persiguen poder, riquezas, dominio y reconocimiento, y acuden a las mismas fuentes de financiación: narcotráfico, secuestro, terror y crimen organizado.
La verdad es que esta farsa está llamada a terminarse muy pronto. Los malditos terroristas que volvieron a practicar las pescas milagrosas, la destrucción de infraestructura, el asesinato de personas inocentes, la mutilación de niños indefensos, el tráfico de drogas ilícitas y los atentados sistemáticos que a diario asuelan nuestro país, están colmando la paciencia de los colombianos decentes y tendrá que llegar el día en que los movimientos cívicos pasen de protestas simbólicas a exigencias de fuerza y a reacciones efectivas para controlar sus desmanes.
Porque a la par con el cinismo que exponen los terroristas farianos, se está llegando al colmo de amenazar directamente a quienes portan las armas en nombre del Estado y cuya dignidad ha sido pisoteada por su máximo jefe: el presidente Santos. ¿Su paciencia será ilimitada? ¡No lo creo! Les está llegando la hora de sacudirse de tanta ignominia y tanto vejamen. Además el pueblo exige reacción, control, cumplimiento de los preceptos constitucionales y protección. Y si nuestro presidente no está dispuesto a brindarnos lo que la Carta Magna le exige, tendrá que terminar sometido al juicio histórico de los colombianos. Porque los votos de quienes cometieron el error de elegirlo como presidente llevan implícitos no solo unos derechos y privilegios, sino también unas obligaciones que no está cumpliendo. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?
Y así como los terroristas se sienten con el derecho de seguir asesinando a nuestros hombres y acabando con el país, el Gobierno Nacional debe suspender todas las concesiones otorgadas en la farsa habanera, hasta que exista una demostración real de voluntad de paz. Porque no es justo que mientras se les entrega poder, soberanía, y privilegios, exhiban una total prepotencia y nos sigan acabando por todos los frentes. Porque lo que mal se ha llamado diálogos, es solo el monólogo de un Gobierno dispuesto a ceder y conceder, frente al despropósito de unos pocos bandidos que día a día se reorganizan bajo el amparo de la desvergüenza.
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Al margen de esto, el último sondeo de opinión refleja una imagen desfavorable de las Farc del 93%. Yo me pregunto: ¿dónde está ese 7% restante? ¿En el Gobierno Nacional? ¿En la prensa vendida? ¿En los políticos enmermelados? ¿En los terroristas velados y anónimos que cada ocho días nos insultan, amenazan y vituperan a quienes escribimos en contra del crimen y el horror? ¿En Cepeda, Teodora y demás aliados farianos que se han sabido camuflar en las instituciones estatales? ¿En el lumpen que consume lo que producen a cántaros los bandidos farianos? ¿En quienes viven del terror, el asesinato y los delitos atroces? ¡Sí! Seguramente allí está ese mínimo porcentaje de colombianos que parece dominarnos ante la complacencia de este fatídico gobierno.
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