¿Alguien cree que el chafarote venezolano, Nicolás Maduro, apoyaría un acuerdo con las Farc donde el triunfo no fuera de ellas, sino de Colombia, país que se ha empecinado en despreciar, maltratar, abominar y desestabilizar? ¿Alguien cree que el dictador cubano, Raúl Castro, hubiera venido a celebrar un acuerdo donde el triunfo fuera de Colombia, país que él ha penetrado para imponer su sistema lesivo y miserable? ¿Alguien cree que la izquierda latinoamericana hubiera celebrado la firma de la farsa de La Habana en la forma como lo hizo, de saber que en Colombia se estuviera reforzando la democracia y contribuyendo a languidecer más ese movimiento anacrónico y anquilosado?
La verdad es que causó estupor en mucho colombiano ver que el acompañamiento presidencial se basó en dictadores reconocidos y en mandatarios que no solo violan sistemáticamente los derechos de sus conciudadanos, sino que maltratan a Colombia en cuanta oportunidad tienen. ¿Ese acompañamiento será gratis? ¿Ese acompañamiento no implicará una alianza manifiesta entre los terroristas farianos, el gobierno colombiano y la unión latinoamericana comunista, cuyo propósito principal es implementar regímenes bolivarianos que se tomen el poder a la fuerza (aunque con apariencias democráticas), con las previsibles consecuencias?
Me dirán que estoy exagerando, tal y como les decían a quienes se atrevían a manifestarse en contra de las trapisondas de Chávez hace quince años, y que condujeron a Venezuela por el camino de la perdición, la quiebra económica y de valores, y la ruina social. Me dirán que soy un guerrerista, paramilitar y de ultraderecha; y seguramente se desatarán miles de insultos y amenazas por atreverme a decir que lo que hoy estamos viviendo en Colombia no es la panacea que anuncia el Gobierno, ni la dulzura que poéticamente proclamaron las Farc; por el contrario, lo que hoy vivimos, es el inicio del fin de la democracia y el consiguiente inicio de la entrega del poder al terrorismo, aliado con la clase política tradicional que encuentra en esa alianza su supervivencia económica y política.
Pero, -me dirán también- ¿cuántos procesos de paz han terminado con la refrendación del pueblo? ¿Esto no es democracia? ¡No! Porque la refrendación a la que someten a estos acuerdos leoninos, es una refrendación basada en la manipulación del umbral, en la amenaza permanente, en la compra de votos y en la repartición de mermelada. Es una refrendación que nace desigual entre un pueblo que íntimamente rechaza el terrorismo, pero que tiene que sucumbir a las presiones del Gobierno que maneja la burocracia, el presupuesto y la prensa. Es una refrendación que tiene tanto de farsa, como lo tienen los acuerdos premeditadamente confusos para que el pueblo no alcance a entenderlos; es una refrendación con costos incalculables que, en la práctica, disfraza de democrática la imposición de las Farc; es una refrendación que le servirá de excusa al presidente para cuando se destapen las cartas, tener al pueblo de responsable y escudarse de su irresponsabilidad ante la comunidad internacional. Es decir, es una refrendación mentirosa, lesiva, peligrosa y dictatorial. Es una refrendación muy al estilo venezolano, con las terribles y previsibles consecuencias de terminar como ese empobrecido pueblo.
Sobra decir que mi voto es No. Y no por ser enemigo de la paz, sino por ser enemigo de la farsa, de la mentira, de la imposición, de la dictadura, de la coerción y de los métodos fraudulentos para que el terrorismo consiga lo que quiere. Mi voto es No, porque el solo aplauso de la comunidad comunista internacional ante el triunfo inminente de las Farc, me llena de terror y de pánico. Mi voto es No, porque me siento con el deber de dejar, aunque sea, la constancia de mi rechazo rotundo a vivir arrodillado ante el terrorismo disfrazado de democracia.
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La cara de pánico de Timochenko cuando pasó el avión de guerra por Cartagena, es la que ponemos hoy en día los colombianos cuando oímos decir al propio presidente Santos, a modo de justificación y amenaza, que si no les damos el triunfo a las Farc este domingo, tendremos que resistir nuevamente el terrorismo en las ciudades. ¡No hay derecho! ¡Otra razón para votar No!
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