Sigue ufanándose la Corporación Cívica de Caldas de haber destapado la gran corrupción de Aerocafé en el año 2010. Y yo pregunto: ¿qué fin tuvo todo ese escándalo, distinto a la preclusión a favor de los contratistas y a la desvinculación de los acusados de un proceso acomodado, sin sustento probatorio, sin asidero jurídico y sin elementos contundentes de ilegalidad? ¡Ninguno! A no ser que la CCC hubiera quedado satisfecha con la vinculación de personas inocentes a quienes se les mancilló su nombre, su prestigio, su vida profesional, se les inmovilizó parte de su patrimonio, para terminar en la absolución y, lo que es peor, en la satanización del más importante proyecto en la historia de Caldas.
O a no ser también, que su satisfacción haya sido por el encubrimiento que se generó con estas injusticias y que impidió vincular a los verdaderos protagonistas de la obra durante sus primeros años, en la cual se gastaron (¿dilapidaron?) casi noventa mil millones de pesos. ¡No señores! La CCC no puede seguir engañando a la región con medallas autoimpuestas en un pecho lleno de vergüenza, falsedad, complicidad y descaro. Queda muy mal parada tratando de ufanarse con supuestos éxitos cuando, en últimas, representaron nada más y nada menos que el principal motivo para que el proyecto de Aerocafé esté sufriendo la parálisis que hoy nos duele.
Y está bien que la CCC se preocupe porque no se presenten abusos en la contratación estatal de Manizales y Caldas (guardando, claro, el debido respeto y la distancia legal para no terminar siendo nuevamente un instrumento extorsivo que exija administrar so pena de algún escándalo), pero la deuda que tiene con Caldas es inmensa: destapar los movimientos que se hicieron durante la existencia de la Corporación Aeropuerto de Palestina, época oscura que esconde el ancho manejo de millonarios recursos de la región y que han evadido durante años. ¿Necesitan documentos? ¡Yo se los facilito! Ya dejaron pasar el tiempo para las demandas legales; pero el juicio social no prescribe, y hoy más que nunca requerimos de la verdad para poder darle impulso a este proyecto sin que se siga acusando de complicidad a toda la región, cuando los cómplices han sido pocos, pero con el poder suficiente para generar impunidad.
En el Gobierno Nacional se tiene considerado el proyecto de Aerocafé como un elefante blanco que ha enriquecido a un grupo de personas inescrupulosas, y por el que casi silenciosamente se nos tacha de región corrupta. ¡Qué tristeza! Pero, ¿cómo podemos defendernos? ¿Cómo, si además del escándalo mediático con fines arcanos, los verdaderos irresponsables que acabaron con el proyecto, y que dilapidaron millonarios recursos, siguen posando de mansas palomas o de líderes regionales? Puede que en Manizales y Caldas cerremos los ojos para proteger a individuos de baja estopa con inmenso poder; pero en el entorno nacional la verdad ha trascendido y hoy, desde allí, se nos exige que la destapemos para destrabar el proyecto. Ahí tiene pues una buena tarea la CCC, si es que de verdad quiere prestarle un servicio a la región y acabar con esta corrupción camuflada en supuestos abolengos y prosapias. Repito mi ofrecimiento: ¿quieren documentos? Yo los conseguí por orden judicial (por encima de la negativa sospechosa de la Cámara de Comercio de Manizales), y se los puedo facilitar.
Aerocafé requiere de la verdad, porque solo así podremos entrar a exigirle al Gobierno Nacional su vinculación como lo hace con los demás proyectos aeroportuarios del país. Creo que sometiendo aunque sea al escarnio público a los verdaderos responsables de esta debacle, podremos mirar con limpieza y decir en el Alto Gobierno que hay una región dispuesta a luchar por su infraestructura, así sacrifiquemos en el fuego de esa verdad a los prohombres que la han mantenido engañada, esquilmada y se han enriquecido a su costa. Solo así recuperaremos la dignidad que perdimos por cobardes y encubridores. Mientras tanto, no podremos esperar nada del ministro Rojas, porque él será tan indefenso como todos los que le apostamos a la verdad, y nos encontramos con cómplices maquillados de instituciones cívicas. Aerocafé está lleno de enemigos; y nosotros, encubriendo, terminamos siendo los principales.
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