Hace un poco más de un año nos encontrábamos los caldenses ad portas de que la Industria Licorera de Caldas fuera feriada. El entonces gerente, Bruno Seidel Arango, se había empeñado en presentarla como una empresa inviable, sin futuro, deprimida, económicamente fracasada y productivamente rodeada de peligros que la harían sucumbir en el mercado. Para él, y su séquito de amigos entrañables, la ILC solo servía para nutrir los bolsillos de unos pocos a través de contratos amañados, pero veían fracaso, desolación y catástrofe en una empresa que querían desgastar y depreciar a lo máximo. ¿Se acuerdan de esto?

En aquel entonces se les dio por argumentar que las denuncias de los malos manejos, las contrataciones leoninas, las medidas arbitrarias y la desastrosa gerencia obedecían a una supuesta ausencia de contratos publicitarios o a venganzas personales. ¿Qué dirán ahora? La ILC hoy muestra unos resultados alentadores y ha recuperado su posicionamiento en algunos mercados nacionales; muestra solidez económica, comercial y financiera, y va generando crecimiento empresarial en todos sus tópicos.

¿Es acaso una empresa diferente de la que abandonó irresponsablemente Bruno Seidel Arango? ¿Se le ha inyectado capital o nuevos recursos, o se le ha entregado a nuevos socios o inversionistas foráneos como lo pretendía esa funesta administración? ¡No! Solo era mirar la Industria con sus inmensos potenciales, y explotarlos; solo era rodearse de buenas intenciones, de proyecciones adecuadas, de decisiones empresariales acertadas y de voluntad de administrar para fortalecerla y no para deprimirla; solo era despojarse de la mediocridad, las malas intenciones, la perversidad y la ambición personal. En pocas palabras, solo era trabajar para crecer y no para deprimir y vender barato.

Las buenas noticias que emanan de la Industria Licorera de Caldas nos llenan de optimismo. Un crecimiento en ventas del 44 % en el primer semestre demuestra que las cosas se pueden hacer cuando se tiene voluntad; la penetración en mercados que antes eran nuestras fortalezas y que se tenían abandonados, demuestran también que es posible retomar la senda del crecimiento; y el reposicionamiento como una entidad con calificación positiva de riesgos crediticios, nos indica que esa catástrofe que quiso presentar la administración Seidel, solo era una farsa más de nuestra clase dirigente para seguirnos despojando de las fortalezas empresariales caldenses.

Porque Seidel, aliado indiscutible de Gilberto Saffón Arango (presidente sempiterno de los gremios caldenses), quien a su vez fue indirectamente beneficiario de contrataciones millonarias en su mediocre administración, es egresado de ese semillero de seudolíderes que "forman" las entidades gremiales en Caldas y que, en últimas, resultan acabando con nuestras riquezas, las que van a parar a manos de foráneos con quienes se negocia por debajo de la mesa.

El tiempo nos da la razón entonces. La lucha la emprendimos solitarios y bajo el silencio cómplice de una sociedad que se acobarda ante unos pocos, quienes se sienten con el derecho de usufructuarse de lo nuestro y se amparan en la impunidad que ellos mismos se han sabido generar. Y las cifras que hoy se muestran dejan otra vez en evidencia la incapacidad administrativa de aquellos que se han "educado" sintiéndose con el derecho de asumir las riendas de nuestros baluartes pero que, en la práctica, son el ejemplo de la mediocridad y la incompetencia. ¿Era tan inviable entonces la ILC? ¿Estaba tan fracasada? ¿Su balance era tan negro y su situación tan catastrófica? ¡Qué escuela tan infortunada la que montaron en nuestros gremios!

Si cabe duda de esto, abramos un poco más los ojos a lo que está pasando en Inficaldas (que próximamente publicaremos), y veremos cómo otro de los "egresados" de esa escuela gremial de Caldas está abusando del poder en su paso por la gerencia, ante el silencio cómplice de sus nominadores, socios y colegas gremiales.