La insistencia de algunos sectores políticos que se empeñan en que Guido Echeverri Piedrahíta sea nuevamente candidato a la Gobernación de Caldas se está tornando irrespetuosa. Porque querernos presentar a este candidato como si no hubiera dejado esa estela de comportamientos cuestionables y de debacles departamentales, solo significa que quienes lo presentan nos creen estúpidos y amnésicos irremediables.
Sobre Guido pesa la inmensa duda de su inhabilidad para poder ser elegido. Como pesaba hace cuatro años y él, a sabiendas de ello, sometió al departamento a un desgaste institucional histórico que nos llevó a un gobierno interino de más de seis meses y al mayor desgreño contractual de los últimos tiempos.
Pero si sobre esto cabe duda, no la cabe sobre el riesgo que corremos de que, de llegar a ocupar nuevamente el cargo de gobernador de Caldas (así sea en forma temporal) no tendrá escrúpulos en remontar el cartel que nos dominó durante su nefasta administración. En este espacio denunciamos cómo se instauró la trinca Guido-Joves-Roncancio para direccionar en el año 2012 más de $5.600 millones en contratos y otro tanto en el primer semestre del 2013, año en que él sabía que tendría que dejar el cargo. Y nadie dijo nada, pues la mermelada alcanzó para untar a esos entes privados que se creen dueños de la moral en Caldas y, por supuesto, a los grupos políticos que sin haberlo elegido supieron aprovechar su dominio para lucrarse y elevarlo a los altares y utilizarlo como bastión en la elección de Julián Gutiérrez Botero.
Denunciamos también cómo Guido negoció secretamente nuestras fortalezas hidroeléctricas, y cómo mantuvo al Consejo Directivo de Inficaldas al margen de las negociaciones que resultaron leoninas, lesivas, perversas y catastróficas para el departamento. Y tampoco se dijo nada, pues no se podía dañar la imagen de quien pondría el dinero público y la burocracia al servicio de la campaña política de su sucesor.
Se hizo el de la vista gorda cuando denunciamos la entrega ilegal, velada y premeditada de la distribución de los licores de la ILC en Antioquia a la firma Dispres S.A.S., y optó por premiar a la autora de ese despropósito, Pilar Joves, con el nombramiento como su Secretaria General. Y todo quedó en silencio.
Nos opusimos radicalmente a que el departamento fuera sometido a la Ley 550, pues las cifras y los argumentos nos acompañaban para evitar esa decisión. Pero sus intenciones fueron más fuertes que la lógica y nos sometió a un régimen del que, a los pocos meses, su sucesor se dio cuenta de lo absurdo, irracional y pernicioso y hoy se duele de su terquedad. ¿Qué perseguía? Además de lesionar la imagen del anterior gobierno, utilizarlo como sofisma de distracción y justificar los negocios que se vendrían con las riquezas departamentales.
Aunque claro que entendemos la ambición de Guido por volver a la Gobernación de Caldas. Algunos de los negocios que tenía planteados no se pudieron finiquitar y debe conservar la esperanza de que, de llegar nuevamente a ese cargo, pueda retomarlos en el secreto que los mantenía y terminar acabando con lo poco que nos queda. Bien hace entonces el representante Mario Castaño en fijar la posición del Partido Liberal de no apoyar esa candidatura, pues parece ser el único que recuerda la deslealtad, la ineptitud, la ambición desmedida, el despilfarro y las negociaciones oscuras de su corto período de gobierno.
Nuestras fuerzas políticas están en su derecho de presentar candidatos a los cargos de elección popular en octubre próximo. Pero precisamente porque les acompaña ese derecho, tienen que actuar con responsabilidad. Y el presentarnos nuevamente el nombre de Guido Echeverri Piedrahíta como candidato a la Gobernación de Caldas es tal vez el mayor acto de desprecio por los electores; es tal vez el mayor acto de irrespeto para con un pueblo que ya lo sufrió, pero que calló por indolente. No Señores: ¡No nos crean tan estúpidos!
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