Cuando algunos columnistas colombianos escribimos sobre la realidad del país y cuestionamos la farsa de La Habana, nos llueven improperios, amenazas, insultos, denuestos y abundantes calificativos impublicables, emanados de los amigos y defensores de las Farc. Se nos trata de paramilitares y, casi sin excepción, se les revuelve la visceralidad comunistoide-guerrillera-terrorista que los inclina a proferir lo que para ellos es un insulto: "columnista uribista". Y lo mencionan con el dolor de haberse visto acorralados y diezmados por el gobierno Uribe que, en cumplimiento del mandato constitucional, tomó la decisión de combatir a los asesinos farianos hasta llevarlos a una situación de desespero que quedó en evidencia ante el mundo entero.
A esos viscerales insultadores de oficio no se les puede olvidar que el Santos que hoy veneran, subió al poder gracias a declararse el primer uribista del país; ni que defender al presidente actual es defender la felonía, la deslealtad y la farsa; es defender la claudicación ante la barbarie y la entrega de nuestra dignidad; es defender las alianzas ocultas, perversas y destructivas que han hecho que el terrorismo haya terminado dominando el poder gubernamental. ¿O es eso lo que ellos prefieren? ¡Tal vez sí!
Es muy común además que se nos tilde de enemigos de la paz. ¿Por qué? ¿Por decir la verdad; por destapar los desafueros, las barbaridades cometidas y llamar a las cosas por su nombre? ¿Cómo llaman ellos entonces a los actos cometidos en los últimos días por los terroristas farianos y elenos? ¿Equivocaciones, errores, deslices o acciones salidas de tono? ¡Descarados!
Los verdaderos enemigos de la paz son los terroristas que volaron las torres de transmisión de energía en Buenaventura, Meta y Caquetá; los que derramaron cientos de miles de galones de petróleo en Putumayo y Cauca originando un daño ambiental incalculable y pérdidas billonarias; los que siguen atentando contra la población civil y asesinando a nuestras tropas indefensas. Esos son los enemigos de la paz: ¡no nosotros!
Pero infortunadamente esos malditos terroristas han vuelto a coger alas, y las pruebas lo demuestran: Exigen que se prohíba la utilización del glifosato para la fumigación de sus cultivos, supuestamente para proteger el medio ambiente que ellos mismos se encargan de destruir, y Santos cede. Exigen que se les tienda una alfombra roja a sus cabecillas para llevarlos a descansar a Cuba, y Santos cede. Exigen la presencia de su camarada Teodora y otros apátridas de igual calaña, y Santos cede. Exigen la liberación de Simón Trinidad, la suspensión de bombardeos, el despeje de sus cinturones cocaleros, el reemplazo de ministros y delegados negociadores, y Santos cede. Exigen impunidad total, y Santos cede. ¿Qué más le pueden pedir a la vida, si ya encontraron a su mejor aliado amparado en una democracia enmermelada, sobornada, y corrupta?
Ahora sí entiendo el trino en el que el presidente Santos dice: "Gobierno y Farc buscamos lo mismo para el campo". ¡Es obvio! Porque la alianza es clara, evidente y degradante; porque el presidente no se inmuta cuando sus aliados farianos asesinan a los campesinos, o minan sus campos, o reclutan y violan a sus niños, o destruyen inmensos territorios. Y no se inmuta porque está atemorizado, acobardado y desde un principio les ha cedido en todo lo que exigen, reclaman y determinan. De tal manera que, en medio de esa alianza, y la indolencia del presidente Santos con el campo, resulta siendo un instrumento para lo que buscan las Farc: desolación, muerte, despeje y libertad para gobernar en vastos territorios nacionales.
Vuelvo entonces a preguntar: ¿quiénes son los verdaderos enemigos de la paz? ¿Nosotros, por arriesgarnos a develar las atrocidades y por señalar con calificativos reales a los terroristas que nos asesinan y acaban con el país; o los terroristas que no cesan en sus barbaridades y el Gobierno cuya pusilanimidad lo ha llevado a ser permisivo, silencioso y cómplice? ¡Juzgue Usted!
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