Lumièradas

John.giraldo.herrera@gmail.com

A veces la realidad parece más ficcional que los propios artefactos de inventiva, hechos con el rótulo de no ser lo que se ve, para el caso de los audiovisuales. Se acaba de estrenar una película con unos vericuetos legales: en quien se basan o quien podría ser la provocadora del relato, interpuso trámites legales para impedir que la película se mostrara: la controvertida Silvie Gette, una exrectora de una prestigiosa universidad de la costa. La historia es macondiana, pero además descabellada. Si uno lee textos en la prensa y mira los vídeos de la señora, encuentra menciones a relaciones con paras, delincuencia común, con sectores políticos y económicos. En fin una persona con notables encuentros, y muy polémicos, donde muertos quedaron, intereses monetarios, pugnas familiares, y una imagen detestable de los abusos del poder. Eso es lo real, dejémoslo a un lado. La película nos muestra cómo una mujer venida de España a Colombia escala socialmente, al conocer en su trabajo como bailarina, a un rector de una universidad.

Las intrigas se gestan por todos lados. La rectora, en su ansia de posiciones, se casa con el rector, estudia, con engaños y extorsiones consigue comprobar que estudió, aunque esto sea falso. Luego se gradúa de doctora y llega a donde quiere: a ser la dueña, la mandamás de un espacio de formalización de disciplinas. No hay que poner mucho cuidado para que lo contado nos provoque reacciones, sobre todo un salpullido moral, un escabroso sentimiento y el repudio hacia quien actúa con intenciones perversas.

La narrativa de la película no nos ofrece descansos. Apenas medio respiramos y un nuevo complot se urde, se arma, la mente de la rectora no cuenta con descansos y su plan de ascender no tiene límites. El claustro académico no goza de ninguna fuerza argumentativa, son las intríngulis del poder, de quienes la dirigen, de quienes tienen un cargo y se aprovecha. Pero allí en esa escala, muchas contradicciones y peleas se gestan. Como la que se da, entre la familia, hija del rector y la nueva conyuge. Se muestra como una confrontación de celos, pero lo que está por debajo de la mesa es tener el privilegio de mandar, de llevar las cuentas, de tener el mando en las decisiones.

Si nos acordamos de la película Los colores de la montaña, la problemática es el conflicto armado y los sueños de una profesora, más unos niños dispuestos a crecer con esperanza, en medio de una situación calamitosa por el dominio de las armas. En la rectora, no hay lugar a la esperanza ni a contar un país desde un conflicto social, es la armazón de la élite, peleándose entre sí. Y de una mujer que va subiendo sin ningún modo de ser detenida. Sus garras se dejan ver muy afiladas y cada acto supera al anterior y quedamos con una fuerza extraña.

Pareciera una película de miedo. Son a tal punto, las acciones de la rectora, que no nos quedan dudas de sus aspiraciones e intenciones macabras. La película funciona como una biografía no autorizada, que se enfoca en un peldaño de la vida de alguien, y con eso nos basta para hacernos a una idea de lo demás. ¿Necesita una película parecerse a lo que cuenta? Si fuera así, la inventiva estaría coartada. Si apenas hay una base, listo, suponemos que algo puede ser similar, lo demás es parte de otra intriga: la que hace el director y guionista con la trama, más las que hacemos los espectadores. Cualquier parecido con la ficción es pura y elemental coincidencia, que exista la realidad parece ser el problema.

Ficha técnica

Año: 2015

País: Colombia

Duración: 92 min

Director: Meteo Stivelberg

Guion: Aura María Niño, Juan Carlos Aparicio

Fotografía: Manuel Castañeda

Música: Alejandro Gómez

Actores: Nona Mateos, Luis Eduardo Motoa, Jorge López, Jhon Alex Toro, Juliette Pardau y Juan Diego Sánchez

Productora: Dynamo

Género: Drama