Lumièradas
John.giraldo.herrera@gmail.com
Las guerras guardan sus secretos. Hay muchas intrigas y conspiraciones. Quizás sea la guerra el método de mayores perversiones de la humanidad, como al tiempo, en donde mentes brillantes y estados han puesto el máximo de sus capacidades ideando estrategias y fortalezas para acabar a aquel que han declarado el enemigo. Con el tiempo los planes y máquinas usadas como arsenal de contienda se han incorporado como masivos a la vida cotidiana: el Internet que fue un modo de comunicación efectivo con los militares y las computadoras que tuvieron su origen en la milicia para detectar códigos. Y es ahí en el suceso macro de la Segunda Guerra mundial donde nos quedamos en lo micro, al presenciar cómo unos intelectuales surtieron un efecto: el de impedir que durara dos años más las muertes y las pugnas entre los nazis y casi el resto de la humanidad.
Alan Turing, un individuo célebre y mancillado por su condición de homosexual y perturbado por sus capacidades, fue el gestor e ideólogo de hacer posible que hoy contemos con computadoras personales. Su misión se la propuso en medio de egolatrías: descifrar las comunicaciones de los nazis, en especial, el mentado código enigma. Turing aprendió a leer solo a los tres años. Y de niño vivió armando rompecabezas y jugando con los números. La película dirigida por Morten Tyldum, la hizo de tal forma que cuenta con ocho nominaciones a los premios Óscar. Desde mejor película, pasando por mejor actor. La narrativa es un paralelo entre su vida en un internado y las contradicciones vividas al crear la máquina que daría con el quiebre de las comunicaciones nazis.
Para un tipo como él, su temperamento y modo de ser le valieron enemistades así como uno que otro colaborador. La vida de los científicos cobra muchos significados, porque los vemos muy solitarios y entregados con plenitud a su causa: la de conseguir lo que se proponen. Pero adicional, el elemento de juicio, al ser homosexual, le pone un aire de violencia, en la medida que fue menguado por aquellos a quienes ayudó. Ver cómo se desarrolla una idea, pasar por los múltiples sufrimientos, tomar decisiones sin olvidar detalles (incluidas las vidas de personas), más el recio empuje por salir gloriosos, hace que nos conmovamos. Las guerras, lo comprobamos por desfortuna, ponen toda su inteligencia. Y eso es una desgracia, porque deberíamos tener la misma velocidad y voluntad para resolver los conflictos.
En fin. Las intrigas entonces mueven un relato donde la actuación de Benedict Cumberbatch, nos permite sentir ese científico obstinado, su compromiso con una máquina a quien le puso el nombre de alguien que para él fue determinante: Cristopher. Lo complejo resulta muy inquietante, pero como si fuera un asunto de intrépidos jugadores, el ejercicio de hacer ciencia, pone a los duros en ese campo, a ser comparados como niños exploradores. Ya en sus años, esa exploración pone en jaque a la humanidad. De su suerte, depende el destino de muchos.
Y aunque hemos convenido, con un desagravio, al llamar ciencias duras a quienes idean máquinas o están en las ciencias biológicas, no podemos olvidar que la imaginación, es decir, lograr pensar en lo que nadie lo ha hecho, constituyen lo central. Lo demás es el dominio de técnicas y métodos, que como veremos, también tienen un encuentro con el azar y la danza, entendida esta como la necesidad de vivir con un poco de caos.
Alan Turing, hace apenas dos años en el 2013 fue perdonado en su tierra natal: El Reino Unido, como si su imaginación y brillantez hubiesen sido una herejía, y lo fue, porque su modo neurótico de ser lo confinó. No del todo, pero haber tomado la decisión de suicidarse, es algo para pensar. En todo caso, ver la película El juego de las imitaciones, nos deja sin sabores, esa de saber que en esa época 40 mil individuos fueron considerados indecentes por ser homosexuales; como también, y eso lo aplaudimos, la capacidad para desafiar el tiempo y las situaciones de guerra. Es un juego, uno donde las imitaciones se manifiestan en intrigas, y los enredos más las conspiraciones no tienen vuelta a atrás.
Ficha técnica
Año: 2014
País: Reino Unido
Duración: 114 min
Director: Morten Tyldum
Guion: Graham Moore (Libro: Andrew Hodges)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Óscar Faura
Actores: Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Mark Strong, Charles Dance, Matthew Goode, Matthew Beard, Allen Leech, Tuppence Middleton, Rory Kinnear, Tom Goodman-Hill, Hannah Flynn, Steven Waddington, Alex Lawther, Jack Bannon, James Northcote, Ancuta Breaban y Victoria Wicks.
Productora: The Weinstein Company / Black Bear Pictures / Ampersand Pictures
Género: Thriller. Drama | Biográfico. II Guerra Mundial. Años 40. Años 50
Página web: http://theimitationgamemovie.com/
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