Hacen parte de la historia de Colombia las rústicas estampas de los “serenos”, encargados de acompañar a los residentes de pequeños caseríos, cuidando enfermos de lepra, también desarrollando labores de fontanería (instalación de “escusados y pozos de agua”) cuidado de los cementerios y otros oficios bien distantes de lo que hoy deben atender nuestros policías en las grandes ciudades, respondiendo a los desafíos de una criminalidad urbana que abarca desde el raponazo hasta los más sofisticados delitos electrónicos.
Como no mencionar a aquellos que se encuentran en lejanas y peligrosas regiones de nuestra geografía, ausentes de sus familias, víctimas de inclementes ataques guerrilleros; cuando la naturaleza civil de la Policía está fundamentada en un concepto orientado a una misión de carácter preventivo en la vigilancia y seguridad urbana; todos, tanto quienes operan en las ciudades como en las montañas de Colombia, desarrollan una labor muchas veces ingrata e incomprendida por la sociedad al no asimilar que la institución pertenece al Estado, siendo este último quien debe proporcionar todas las herramientas para que la acción policial tenga el soporte representado en leyes que no hagan laxa la normatividad actual; es de común ocurrencia que el ciudadano por desconocimiento de esta circunstancia, lance críticas destructivas y señalamientos injustos cuando el policía después de seguimientos y labores de inteligencia detiene a un delincuente y en pocas horas tiene que dejarlo en libertad.
Hoy la Policía Nacional desarrolla programas tan importantes como el Modelo de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes, el cual ha contribuido a su organización territorial y ha establecido una relación estrecha con la comunidad; los retos que la delincuencia trata de imponer a la sociedad, han encontrado una respuesta contundente en los esfuerzos articulados de todos los actores de la vida ciudadana liderados por la decidida acción de la policía, referenciada en los avances del conocimiento y la tecnología, constituyendo una positiva corresponsabilidad.
El cáncer voraz de la corrupción que sin ningún recato ha permeado las instituciones, también ha hecho su funesta presencia en el estamento policial, lo exponía el General Óscar Naranjo, cuando era columnista de El Tiempo, en artículo titulado “No más manzanas podridas”, decía “La lucha frontal contra la corrupción tiene éxito si se asume la decisión de reconocer, visibilizar y actuar contra los corruptos de cara a la sociedad. La lección aprendida en la Policía indica que tomar la iniciativa para denunciar públicamente a sus compañeros deshonestos, lejos de afectar su imagen, fortalece los niveles de credibilidad” agregando, “Avanzar por el camino de la integridad es abandonar la lógica del “tapen, tapen””.
En los 123 años de creación de la Policía Nacional reitero como ciudadana mi afecto, gratitud y respeto a todos sus integrantes, deseando que sus logros sean reconocidos, abogando por un trato humano, por unos salarios justos acordes con su labor, reconocerlos como seres humanos que se enferman y sufren como cualquiera y aun así protegen nuestra vida y bienes.
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