Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
El partido de Ibagué, que además de los sensacionales goles vistos, fue agradable para asistentes y televidentes, con un tiempo para cada equipo, fue igualmente una cascada de emociones con mal final para el Once Caldas.
Anoche el rival era Envigado, inmejorable oportunidad para recuperar el terreno cedido en las últimas fechas cuando de 12 puntos solo se lograron 3, sin victorias, y un nivel que ha venido cayendo, particularmente en algunas unidades.
Estas líneas fueron escritas antes del encuentro, razón de más para escurrir el tema, pero no para plantear inquietudes con relación al momento del equipo, sus decisiones, y el desarrollo de su funcionamiento en el terreno de juego.
Cuando el Tolima cambió de actitud y salió a presionar, el Once Caldas se desconectó, se partió, y ante la falta de claridad en el mediocampo y poco apoyo de los delanteros, salieron a relucir las limitantes en tenencia de pelota, y en la categoría de los de atrás.
A Bonjour lo pasearon, no sabía ni donde pararse, entre otras porque Marino García dio todas las ventajas del mundo, y el rival lo entendió explotando ese sector, sin correctivos desde el banco, que por el contrario se equivocó en las variantes.
Lo de Marino es preocupante, no da pie con bola, y difícilmente pasará de ahí, haciendo lenta y torpe la defensa, complicando al argentino que ya no se ve tan seguro, y poniendo nervioso al resto, al punto que dos minutos más y Tolima pasa de largo.
Eso de ganar 3-0 y que en 18 minutos le empaten, es falta de jerarquía, y transmite la sensación de que el Once Caldas no tiene argumentos para esperar y cerrar los partidos, volviendo un interrogante el oficio de los volantes de contención, y la labor de marca.
El técnico sacó a Pérez, quien poco más estaba haciendo, pero era el llamado a aguantar el balón frente a la realidad del guarismo, y a partir de ahí se notó también la falta de solidaridad de Romero y Arias, parados arriba sin que hubiera propuesta ofensiva.
Estantería abajo, y los musicales cerraron con un justo empate para decepción y tristeza del hincha blanco que no pudo digerir el resultado y que vio por segunda vez como se escapan los puntos en el epílogo, pues había sucedido contra el Cali en Palogrande.
Y a propósito de los verdes, ojo que cuando aparecieron contrincantes de peso, o al menos con historia, el Once Caldas se quedó corto, sin poder vencer a Cali, Millonarios y Tolima, y con una derrota de por medio ante el débil Alianza Petrolera.
Pero digamos que no todo es malo, este es un plantel que mantienen al día, bien motivado, que trabaja seriamente, y que ha mostrado un inusitado poder ofensivo, que ya vendió a Izquierdo y ahora proyecta a Arango, y que tiene como sorprender por su manejo.
De pronto es hora de buscar otras respuestas, a sabiendas que la despensa está vacía, pero es necesario retomar la seguridad desde lo táctico, y exigir el tope de los jugadores para seguir en la pelea, pues las propias características del torneo brindan ese chance.
El problema pasa por el rendimiento de los jugadores y la escasez de nómina, pero Torres lo sabía y está comiendo de su propio cocido. Que pasará entonces por la cabeza del buen entrenador, famoso por la manera como para los equipos, ante tamañas circunstancias.
Se pasa un mal rato, y sin embargo se sigue muy cerca de la punta. Esperemos que Torres tome las decisiones que la situación exige, que haga notar su mano efectiva, y recapitule por aquello tan común a su estilo de que con poco hace mucho.
Hasta la próxima...
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