Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Millonarios regresó después de 31 días de para y fue una tromba (4-1) contra Envigado, uno de los clubes modelo de la temporada. Once Caldas volvió tras 18 días y fue un fantasma ante Equidad, convertido en su insoportable bestia negra.
Parece que el técnico azul, Diego Cocca, aprovechó al máximo el receso para conocer la nómina y establecer patrón de juego, mientras que aquí –incluido Lisi– el grupo anduvo de vacaciones activas al tenor del bochorno en Palogrande.
Terrible presentación en medio del jolgorio por los 167 años de Manizales, la trascendencia del resultado que lo metía al grupo de los 8, y del interés nacional que despertó un partido que movía el torneo y apretaba la tabla.
Fue fiasco por las respuestas individuales y la labor colectiva que tuvo pronunciadas fallas de generación de juego y posesión de pelota, sin el desequilibrio de antes por los costados, ni aproximaciones al menos para disimularlas en la baja eficacia.
Fue un golpe certero a la ilusión, un traspié que compromete la clasificación, y una condena a la brillante idea del gerente deportivo de ceder al único creativo y jugador diferente –Daniel Hernández– a pocas fechas de concluir la liga.
Otro palo en la rueda del mismo protagonista, y la reflexión acerca de si a alguien en el Once Caldas se le ocurriría frenar el negocio hasta cerrar certamen, con el agregado de una buena taquilla en caso de clasificación.
Cierto que no se puede garantizar, pero se estaría más cerca, dejando en claro que el actual proyecto carece de visión deportiva, que Paniagua responde al menor estímulo de sus amigos empresarios, y que la tarea es levantar pesos al costo que sea.
En una especie de justificación le escuché al técnico Lisi señalar que por las circunstancias nada se pudo hacer para retenerlo, lo que riñe con la determinación del Junior de vender a Vladimir yéndose al finalizar la competencia.
Destino de una institución discreta desde lo técnico, que alcanzó a entusiasmar más por la irregularidad del campeonato que por su propia categoría, y que se enreda por sus deficiencias y porque insólitamente tiró su carta marcada.
Todo, consecuencia de la malas decisiones, del irregular desempeño en la era Torrente, y de un plantel necesitado que sistemáticamente lo han reducido, más allá de los recientes intentos que provocaron un aire de optimismo sin mucho oxígeno.
Las debilidades del Once Caldas están detectadas. Por las bandas Viveros se embelesa en la gambeta corta y Cure desborda y no finaliza, no cuenta con un creativo, y está limitando su accionar ofensivo a los cobros de Arias porque una vez marcó.
Los delanteros corren, en ocasiones anotan pero no les rinde, y tanto Arias como Romero son más de lo mismo, en tanto que el llamado a ocupar la plaza es Estupiñan, quien no parece opción de primera mano para el técnico.
Atrás a Moreno y De la Cuesta les llegan por falta de filtro en la mitad, los laterales dejan hueco, Rojano debe cuidar su físico porque se nota pesado siendo joven, y a Quintero y Soto los mermaron las lesiones.
Por eso la clasificación –difícil aunque posible porque matemáticamente está dentro de las posibilidades– sería más un juego de ganas, lucha y poder, que consecuencia de un plantel estructurado, la queja de siempre independiente del nombre del entrenador.
Lisi tendrá entonces que emprender campaña desde ahora para que no le pase lo de Torrente, debe exigir refuerzos sobre nombres puestos para el próximo año, y sacar del vestuario tanta gente con intereses particulares.
Hasta la próxima…
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