Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Aún recuerdo la felicidad cuando en 2012 Jaime Pineda, representante de Kenworth, se hizo propietario del Once Caldas al adquirir más que un bien, el enorme pasivo que prosperó por las malas administraciones, salvando al club de una quiebra inminente.
Era la seguridad, y de hecho un salvavidas por el ordenamiento de la casa, el compromiso para gestionar ante la DIAN la refinanciación de la deuda, y las luces lanzadas para montar una institución respetable y competitiva.
Todo color de rosa, por un lado se marchaban directivos que cruzaron el umbral de la ineficiencia, y por el otro la presencia de un personaje con varias unidades de negocio, una firma grande a sus espaldas, y un respaldo estructural suficiente.
Esa mano tendida significó logros sensacionales que hicieron viable el proyecto, enderezaron el camino financiero, y proyectaron en lo deportivo una propuesta que infortunadamente se topó con algunas decisiones erradas que confundieron al benefactor.
La compra de jugadores de poca utilidad, la extensión de sus contratos, la mala escogencia, los flojos refuerzos, los altos costos de mantenimiento, y de cierta forma la falta de empatía con el público, advirtieron dificultades de difícil solución.
Pero también se dieron la transferencia de Dayro Moreno, la cesión de Daniel Hernández a Brasil y de José Luis Moreno a España, y la más importante, la de José Heriberto Izquierdo a Bélgica, por no mencionar las de Johan Arango y Marlon Piedrahíta al Medellín.
Total, lo que pintaba para un romance duradero se desgastó pronto, y la motivación del mayor accionista –hombre de números, distante del fútbol, con asesores de su confianza sin conocimiento del producto– se vino a menos.
Además, la baja en ventas de Kenworth por situación de mercado, por el precio del dólar y otras variables, hizo que Pineda frenara inversiones en el Once Caldas –al fin de cuentas no es su dependencia base– y como no hay creatividad, todos quietos en primera base.
Empezando por el técnico Javier Torrente, sin foco, sin ambición, pasivo, que gana con cara y sello con el cuento de que ‘eso es lo que hay’, que promete revisar al final de cada semestre y nada, y cuyo estado de confort genera desconcierto.
Siguiendo con el responsable del manejo deportivo, mercantilista, sin proyectos macros para la institución si para su bolsa personal, con antecedentes en Envigado que inclusive le impidieron ser Presidente, y que vinculó ‘paquetes’ vía empresarios amigos.
Por eso se miraría con buenos ojos un cambio de dueño. Ya hubo reuniones con el grupo Pachuca sin cerrar trato, aunque sigue el marcado interés del potentado mexicano por incursionar en el medio colombiano, y particularmente con el Once Caldas.
Lo positivo es que se están abriendo puertas, tanto que hay otra en cabeza de Nicolás Restrepo, director de este diario, y con asesoría de Jairo Quintero Trujillo, buscando optimizar una fórmula que sería capitalizando para pagar a través de los bancos.
Jaime Pineda dijo estar dispuesto a escuchar, ya hubo contacto y es probable que se junten en próximos días. Habría participación ciudadana, se aprovecharía aquello de precio preferencial si es gente de acá, aunque el modelo apenas está para perfeccionarse.
Bienvenidas todas las ideas. Entre tanto, el llamado a la hinchada para respaldar al Once Caldas por encima de sus directivos y su técnico, invitando al propio Pineda a esta ciudad que no es la suya y en la que halló una oportunidad, para comprometerlo.
Porque da tristeza ver como se mueve el mercado de pases y aquí fríos después del papelón del primer semestre, a sabiendas de una nómina corta, ahora con más bajas, y sin un ídolo siquiera, que es lo mínimo que se merecen los aficionados.
Hasta la próxima
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