Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Este sábado frente a uno de los equipos mejor armados del torneo –en uno de esos partidos que se califican de perdibles– el Once Caldas se jugaba su futuro, o se siguió hundiendo en el lodazal de la desesperanza, o pegó un estallido y abrió puertas a la ilusión.
Ojalá haya sido lo segundo –éstas líneas fueron escritas horas previas al duelo contra Medellín– con un mal presagio que se sustentaba en la real capacidad del grupo y los limitados márgenes de reacción exhibidos en las primeras fechas.
Momento angustioso por rendimiento, números, propuesta, tabla, y todo lo que se quiera evaluar, y preocupación como común denominador entre los seguidores del Once Caldas que apuntan la crisis hacia la parte institucional y a la orientación deportiva.
Todo porque en la contratación de los refuerzos, algo aparentemente sencillo dado que hubo plata y tarea, se presentaron errores por falta de asesoramiento, convirtiéndose en el punto de quiebre que no ha permitido que el proceso evolucione.
Después de 270 minutos, la conclusión es que el Once Caldas fue mal gestionado. Hay en el mercado planteles de 600 millones más competentes –este cuesta 900– y en tal virtud el peso del látigo cae sobre los encargados de las negociaciones, incluido el técnico Lisi.
Para muestra, un botón. Todos los defensores y los volantes de contención que llegaron son lentos, lo que no sería un gran pecado si hubiese el tiempo suficiente de trabajo para compensarlo con disposiciones tácticas correctas y ajustadas.
Marcadores de punta lanzados desenfrenadamente al ataque, sin respaldos por las mismas razones de velocidad, y con centrales que siempre quedan mano a mano con los delanteros, son la radiografía del comportamiento desordenado y caótico visto hasta ahora.
En función ofensiva poco que hablar, se pidió a gritos un definidor y nadie hizo caso, al punto de que el único rescatable ya estaba, Dany Curé, aplaudido por temperamento, rapidez y potencia, porque en finalización tiene unos defectos marcados que parecen de fábrica.
Los últimos minutos frente a 8 hombres del deportivo Cali dan fe de lo famélico del Once Caldas arriba, inoperante y sin un rematador clásico porque a Óscar Estupiñán increíblemente lo extrajeron de la nómina en jornadas claves.
En opinión del cronista, grave falla la conformación del plantel con jugadores sin un pasado exitoso, carentes de nivel, sin atender necesidades prioritarias, y sin esculcar en el mercado, registrando nombres sin bagaje ni la condición exigida.
Lo tenaz es que se tengan que tomar acciones urgentes si no hay mejoría porque se quemará el fusible, y no sería bueno volver a empezar con materia prima insuficiente, obligando a que las soluciones radicales y valientes partan del propio Lisi.
En defensa del técnico, demasiadas unidades nuevas y ensamblarlas es cuestión de tiempo y repeticiones, y más potenciarlas cuando hay tantas deficiencias, sin eximirlo de la responsabilidad que se atribuyó al aceptar los refuerzos y sostener que eran competitivos.
Cómodo para el periodista y el hincha pedir la cabeza del entrenador, y la jauría se saciará, pero el problema tiene otros orígenes, e identificarlos es el primer paso hacia la consolidación de una empresa buena que no ha podido despegar.
Los accionistas han preferido mantener hombres de su más cercano entorno manejando el club, por encima de personas que pudieran profesionalizar su dirección y administración desde el conocimiento, y en favor de un explosivo proyecto deportivo.
Lo peor es que quienes están al frente no han capitalizado los errores en cosa diferente que su beneficio, privilegiando intereses particulares y sin mirar el resultado en el largo plazo, lo que para el seguidor blanco es una traición a la razón de ser de su pasión.
Hasta la próxima...
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