Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Que haya disculpas, encuentros casuales o programados entre agresor y ofendido, arrepentimientos, o voces de contrición, no resta gravedad a los incidentes en los estadios, y deben llamar la atención de los protagonistas del fútbol, y de la sociedad en general.
La barbarie de los hinchas de Millonarios en Palogrande fue algo brutal. Acabar con sillas e instalaciones sanitarias, atropellar a la gente, robar el dinero de los vendedores, atacar personas indefensas o con limitaciones, es delincuencia del bajo mundo.
Ajustadas las decisiones de la Comisión disciplinaria castigando de manera drástica lo que atañe a su esfera deportiva –que no es suficiente– invocando la intervención de autoridades policiales y municipales con leyes que erradiquen el mal y naturalicen el espectáculo.
Judicializar, carnetizar, cárcel, y mano dura, han sido promesas en vano, siendo hora ya de obrar sin contemplaciones para garantizar un pasatiempo sano, y el regreso de las familias, propósitos únicos porque esto no es más que diversión y entretenimiento.
Si a ello sumamos un futbolista que aplaude en la cara del juez sus decisiones (Jonathan Gómez en Santa fe-Millos), o un presidente de Club (Ricardo Hoyos-Chicó) trenzado a golpes con un técnico (‘pecoso’ Castro-Cali), flaco servicio estamos prestando.
Como también sin sentido la actitud de Javier Torrente de ir hasta la tribuna, armar bronca, salirse de la ropa y destemplarse en las declaraciones, acciones tan reprochables como imprudentes, replicadas de forma absurda por uno de sus asistentes.
Como era lógico –más allá de los descargos– les llegó enérgica sanción que agrava la situación del Once Caldas en la competencia, particularmente para el cabeza de grupo, reincidente, y quien empieza a ganar fama de temperamental e insolente.
Dos torneos dirigiendo en Colombia, y en ambos mes y medio fuera del banco por conductas explosivas, son un récord triste en el país, y una voz de alarma porque se le necesita en la raya, más ahora cuando se navega sobre aguas turbulentas.
Es cierto que ha habido atropellos arbitrales en contra del Once Caldas, pero no deben confundir la realidad, ni servir como cortina frente a la inoperancia ofensiva de un equipo muy mal armado, en lo que tiene absoluta responsabilidad su director técnico.
En octubre pasado habló de esperar hasta diciembre para tomar correctivos. Nunca lo hizo, y se alió con el encargado de las contrataciones para traer jugadores de corto vuelo que no resolvieron nada. El domingo pasado dijo que en junio hará la evaluación de este semestre.
Aún me pregunto si es conformismo, prepotencia, falta de agallas ante sus jefes, o negocio concertado, pues el Once Caldas se volvió repetitivo, seguridad atrás, nada del medio hacia adelante, y a Menosse por todos los sectores del campo explorando posibilidades.
A veces queda la sensación de que son Menosse y 10 más por lo que aporta, la libertad que le brinda el entrenador, y ese espíritu de gladiador que merece el reconocimiento al lado de Cuadrado y Lucena, los otros diferentes del plantel.
En ataque hay sustracción de materia, Peralta no trasciende, no hay volante de armado, el ‘pato’ Pérez bien ido porque el costo-beneficio era mínimo, los demás poco cuentan, y Viveros arranca como suplente siendo la mejor opción de los nuevos.
Los caldenses –con todo respeto hacia los paisanos– están lejos de un nivel que satisfaga y genere sensaciones, y aunque la opción de clasificar sigue vigente, todo apunta a que al Once Caldas se le irá en intenciones porque sin gol, el fútbol es insulso y desabrido.
P.D. Con 13 puntos, y 27 por jugarse, de los que hipotéticamente requeriría 17 (62%), las cuentas no cuadran porque el rendimiento ha sido del 25%, y no hay quien resuelva, pues si existiera, un técnico de tan alto prestigio a pesar de los números, lo hubiera logrado, o estará sobrevalorado.
Hasta la próxima…
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